1. El señor Fairbanks y Belisaria


    Fecha: 19/09/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: gineslinares, Fuente: RelatosEróticos

    ... esperar. Le ruego haga su trabajo de la forma habitual. No olvido que hoy es viernes, tiene el sobre con sus honorarios encima de la mesita de mi cama. Por cierto, su nuevo uniforme está disponible en el lugar habitual. Un saludo, Sr. Fairbanks.”
    
    Fui hasta donde se encontraba el sobre y conté la suma de dinero. Habitualmente me lo da en mano y no lo cuento, ni siquiera lo abro. Considero que es de mala educación y así fomento la confianza entre nosotros (¡hasta dónde habíamos llegado, joder!), pero la charla de ayer me hizo desconfiar, ya no me fiaba de aquel jumento. La suma era correcta.
    
    Cuando me cambié de ropa casi me da un soponcio. En vez del habitual uniforme blanco inmaculado me había dejado una faldita que no llegaba a taparme las bragas y un top que cuando lo desdoblé constaté que no podría cubrir ni la mitad de mis senos. Suspiré disgustada, y aún me cabreé más cuando descubrí una notita junto a la ropa indicando:
    
    “Sin ropa interior, por favor”.
    
    Así que por aquí iban los tiros. Por lo visto Don Felipe quería una chacha cachondilla.
    
    Sonreí maliciosa. ¿Con que el viejo me quería insinuante, verdad? Parece que el trabajo de la mañana sería una prolongación del de la tarde. Mejor. Le iba a poner a cien, al muy marrano. Sería su perdición, el no poder catarme y ver este cuerpito sinuoso. Cuando se dé cuenta que su aparato esté inservible y tenga la lívido recorriéndole todo el cuerpo (al menos la parte sensible) y atisbe la realidad de su situación… ¡lo ...
    ... que me iba a reír!
    
    Me desnudé y me vestí con la faldita y el top. No había dicho nada de las medias, pero consideraba que con ellas el efecto sería más arrebatador. Era una pena que no llevase zapatos de tacón, pero aun así, cuando me miré en el espejo, asentí satisfecha. Parecía un disfraz de genuina cochina con ganas de un buen revolcón.
    
    Por supuesto mis tareas seguían siendo de lo más mundanas: recoger la ropa sucia, hacer la cama, poner la lavadora, planchar, fregar los cacharros, quitar el polvo y hacer la comida. Pero con este nuevo atuendo me sentía sensual, caliente, coqueta. Dicen que las mulatas tenemos fuego en la sangre. Es una tontería, pero me lo estaba empezando a creer. El fru-fru del frote de las medias en los mulsos era algo casi mágico. Notaba mi sexo aireado y las tetas aprisionadas dentro del top. Suspiraba a menudo e iba notando como mi intimidad se estaba humedeciendo sin pausa. Mis pezones se llevaban la peor parte. Estaban tan sensibles que cuando me movía los pechos se bamboleaban despendolados y el roce de mis botones contra la licra del top me arrancaba gotas de sudor debiendo morderme los labios hinchados para intentar mantener la mente serena. Algo que no era fácil.
    
    Porque entre mis pensamientos se iba haciendo hueco la idea de correr al cuarto de baño, sentarme en la taza del inodoro y masturbarme bien a gusto y acabar con esta insidiosa agonía. Además, el diminuto top que ceñía mis tetas me impedía tomar aire a gusto y debía respirar ...
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