1. El señor Fairbanks y Belisaria


    Fecha: 19/09/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: gineslinares, Fuente: RelatosEróticos

    ... cuando me encontré con el rostro del señor Fairbanks, mirándome a pocos pasos de donde me encontraba recostada. Detuve mi respiración y noté la suya ruidosa, nasal. Tenía los ojos azules tan abiertos que parecían querer escapar de las órbitas, los pómulos del color de las fresas y los lóbulos de las orejas granates. Tenía los labios secos y entreabiertos por donde aún asomaba la puntita brillante de la lengua. Se sujetaba con las manos crispadas en los apoya-brazos de la silla de ruedas, con el tronco inclinado hacia mí, como dispuesto a levantar y abalanzarse, ignorando a la mitad inerte de su cuerpo.
    
    Pero lo que de verdad me sobrecogió como un sartenazo en la cabeza haciéndome musitar con voz aún ronca (“Jesús, María y José”), fue su entrepierna. Dentro de sus pantalones se notaba una erección superlativa, un abultamiento inequívoco de su paquete.
    
    Señalé la causa de mi inusitado fervor religioso con dedos espasmódicos (no sé si por los ecos del orgasmo o por la imposibilidad del hecho) mientras botaba en el sofá exclamando:
    
    -¡Don Felipe, don Felipe, milagro, milagro, loado sea la misericordiosa Virgen, milagro!
    
    Don Felipe bajó la mirada lentamente (y atestiguo que lo hizo con desgana porque mis carnes desnudas y oscilantes lo tenían embelesado) y cuando se encontró con su prodigiosa empalmada y comprendió lo que significaba empezó a reír a carcajadas y a agitar los brazos como si quisiese echar a volar cual gorrión sacudiendo la silla sin control con el ...
    ... irremediable resultado de volcar hacia atrás el armatoste con él incluido.
    
    -¡Puedo follar, puedo follar, jodeos maricones de mierda, que puedo follar! –gritaba ronco y desaforado aún espatarrado en el suelo.
    
    Con un taxi de por medio, nos encontrábamos media hora después en la consulta del médico de guardia (le acompañé a urgencias, ya que me consideraba responsable indirecta del suceso) que constató que, en efecto, algo de sensibilidad había recuperado en la mitad inferior.
    
    -Son casos de remisión espontánea que estropean la estadística o que quizás la confirman como excepción –dijo chasqueando la lengua contrariado, sabiendo que la ciencia médica en la que se sostenían sus diagnósticos poco podía hacer más que levantar los hombros ignorante e impotente ante tal suceso.
    
    Yo esperaba sentada en un rincón de la consulta intentando pasar desapercibida. Había llamado de camino por el móvil a doña Clotilde para contarle que su hijo empezaba a recuperar sensibilidad. Me acribilló a preguntas pero simulé una falta de cobertura y apagué el móvil. Me la imaginaba gritando desaforada y volviendo para acá volando cual bruja. Consideraba vergonzante explicar que todo se debió a una explosión de libido provocada por el irrefrenable deseo de una servidora de airear su desazón, pero que además, lo hiciese delante del taxista que me había beneficiado la semana pasada, era ya el colmo de la indecencia. Ni una sola vez pude mirar a los ojos a ninguna de aquellos señores y menos con el pelo ...