1. La historia de Claudia (2)


    Fecha: 20/09/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... miserables. –y al recordar esos 10 años en casa de Claudia, deslomándose de la mañana a la noche, soportando el despotismo de la patrona y los frecuentes desplantes de la hija que ahora se le entregaba tan mansita, tuvo de pronto una idea que le permitiría saborear hasta la última gota el exquisito licor de la venganza.
    
    -Me alegro mucho, señora Blanca. –le dijo Claudia sacándola de la ensoñación en la que había entrado imaginando el futuro inmediato que el destino le deparaba.
    
    "No sabés la que te espera" –pensó mientras le preguntaba a su ex patroncita:
    
    -¿Y qué horario tenés en tu trabajo?
    
    -Visito clientes hasta las cinco de la tarde, después paso por la radio y a las seis estoy libre. –explicó Claudia.
    
    -Bueno, a esa hora venite para acá. Mi esposo mañana desde la oficina se va a lo de su madre y cena con ella, así que vamos a tener mucho tiempo para estar solas.
    
    -Sí, señora, así lo haré. –contestó la joven sintiendo que había empezado a mojarse.
    
    Blanca colgó y de inmediato fue al dormitorio, abrió una de las puertas del placard y extrajo el rebenque de campo que había heredado de su padre.
    
    -Llegó el momento de mi desquite. –se dijo. -Ahora sí que vas a saber lo que es bueno, mocosa. –y sus labios se curvaron en una sonrisa perversa.
    
    Claudia, mientras tanto, encendió un cigarrillo con gesto nervioso y volvió a sentirse invadida por ese deseo que nunca se había atrevido a confesarle a Blanca: que fuera su madre por un momento y después de alguna ...
    ... paliza le diera de mamar.
    
    Al día siguiente, a las seis y cuarto de la tarde sonó el timbre y Blanca se dirigió presurosa a la puerta, abrió y ahí estaba su presa, tan apetecible como siempre, el cabello oscuro y largo, los pechos abultando tentadores bajo la remera blanca y la campera, y esas piernas tan bien torneadas que la minifalda de jean descubría muy generosamente.
    
    Blanca la observó de arriba abajo con una mirada lenta y escrutadora que hizo enrojecer a Claudia, después se apartó y le dijo imperativa:
    
    -Vamos, entrá.
    
    Claudia quiso darle un beso, pero la otra apartó la cara, cerró la puerta y le dijo:
    
    -Nada de besitos. Sabés muy bien cómo tenés que saludarme.
    
    La joven vaciló un tanto desconcertada; esperaba un recibimiento más formal y que los acontecimientos se fueran sucediendo poco a poco, pero enseguida apoyó su bolso en el piso, se arrodilló y besó cerrando los ojos y respirando agitada esa mano que la dueña de casa le tendía.
    
    Blanca no era lesbiana, pero Claudia, desde que comenzara a azotarla, le provocaba un deseo sexual indisimulable. Muchas veces había alcanzado el orgasmo mientras la nalgueaba sobre sus rodillas y ahora el roce de esos labios en su mano la había estremecido de pies a cabeza.
    
    Fueron al comedor, Claudia adelante y Blanca con sus ojos clavados en esas nalgas redondas, carnosas, firmes y empinadas bajo la corta pollerita.
    
    Claudia ocupó una silla y entonces Blanca la increpó:
    
    -¡¿Quién te autorizó a sentarte, mocosa ...
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