-
Los Panty de Dolores
Fecha: 03/10/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: AkuSokuZan, Fuente: xHamster
... todavía. ¿No te importa, verdad? - Qué va, cómo va a importarme –dije, con la polla en una erección ya casi plena. Entonces puse mi mano en su pierna, y se la acaricié por el muslo. Lo repetí varias veces, arriba y abajo, arriba y abajo. Desde las bragas, que tocaba sin ningún reparo, hasta la rodilla. - ¿Y a ti, te importa? –pregunté, mientras la acariciaba. - No, me encanta… –dijo Lola, y entonces puso su mano sobre mi pene erecto, sobre el calzoncillo–. Y a ti parece que también. Me di la vuelta y nos abrazamos. Sin decir nada más, nos fuimos acercando, hasta darnos un larguísimo beso, que representaba y a la vez descargaba la tensión sexual acumulada en las últimas semanas. Primero solamente se juntaron nuestros labios; luego ella abrió la boca y buscó mi lengua, que le ofrecí con gusto. Su saliva era cálida, y su aliento me anestesiaba mágicamente. Le quité la camiseta, a ciegas, puesto que la luz estaba apagada. Me lancé ávido a sus tetas, que lamí incansable, saciándome del deseo acumulado. Ella gemía suavemente, mientras yo pasaba la lengua por sus pezones, que se habían puesto durísimos. Mi mano cubría toda la teta; nunca había estado con una mujer que me sacara tantos años, y nunca pensé que me iba a gustar tanto. Que me iba a gustar más que con cualquier joven. Me agarró la polla, que ya reventaba el elástico del calzoncillo. La cogió por fuera y apretó, y en seguida bajó la prenda y me dejó desnudo. Empezó a meneármela despacio, acariciándola, sintiéndola. - Te ...
... deseo… –jadeó. Respondí besándola en los labios, y probando de nuevo su húmeda boca. Mis manos la acariciaron por los costados, palpando sus anchas caderas. Le agarré el culo, redondo, gordito y respingón, que era la envidia de cualquier veinteañera. Ella me imitó, y apretó mis nalgas con una mano mientras con la otra me pajeaba hábilmente. La sensación era extraordinaria, sentirme tan deseado por una mujer de cincuenta años. Notar sus manos en mi pene y en mi trasero, y apreciar la perfección de su culo. Se lo había mirado innumerables veces en la escalera, y que me aspen si no había soñado con estrujárselo como estaba haciendo ahora. Pero era real. Estaba disfrutando de ella, y ella de mí. Dirigí las manos hacia dentro, rozando la parte interna de los muslos. Ella abrió un poco las piernas, dejándose hacer. Pasé suavemente los dedos, en dirección a su sexo, muy despacio. Cuando estaba a punto de llegar, desanduve el camino y volví hasta mitad de muslo. - Hmmmm –gimoteó, en una mezcla de tortura y placer. Volví a acariciarla hacia arriba, lentamente. Su piel era suave y muy agradable. Posé mis yemas en sus bragas. Estaban empapadas. - ¿Me deseas? –pregunté. - Mucho… -contestó entre jadeos, con su boca pegada a la mía. Pasé los dedos a lo largo de toda su raja, por encima de las bragas, que no podían estar más mojadas. Abrió más las piernas: estaba deseando que la tocara, pero mi intención era alargar un poco más su sufrimiento. Volví a rozar por encima de la tela, palpando sus ...