1. Ana 6: desencadenada (Parte 4 y Final)


    Fecha: 08/10/2018, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... el hecho de que su sensualidad traspasara la barrera de los lazos sanguíneos. A Ana simplemente le gusta sentirse deseada. Descubrió que uno de sus primos había crecido mucho en los dos años en que no lo vio. Quizá en otro momento…
    
    A las tres de la mañana volvió a su casa. La fiesta seguía pero ella quería ver a Federico. Ya podía sentir el calor entre sus piernas y el sexo húmedo. En el trayecto se cruzó a varios borrachos que le gritaban piropos cuando se detenía en algún semáforo en rojo. Uno se animó a acercarse, pero ella aceleró. Esto le recodó al tipo que la persiguió hasta su edificio unos días atrás. Entonces tuvo una idea. Los hombres tienen la fantasía de que pueden levantarse a una mujer a la que se cruzan por la calle casualmente, tras uno o dos piropos. Ciertamente era casi imposible que algo así ocurra pero ¿acaso también sería imposible para una mujer? No lo creía. Ya tendría tiempo de experimentar con eso.
    
    Finalmente llega a su destino. Ahí está Federico, sentado en el escritorio del hall del edificio, solitario, con la cabeza gacha, casi durmiéndose.
    
    —Hola ¡feliz año! — lo saluda con un beso que va a parar muy cerca del labio del hombre.
    
    —Feliz año, ¿cómo la pasaste? — pregunta él. Ella le cuenta masomenos como fue la noche, omitiendo la calentura que percibió en más de un familiar cada vez que la rozaban o la miraban. Le entrega una botella de sidra como presente, y aprovecha para darle otro beso. Le sonríe insinuante, mirándolo directo a los ...
    ... ojos. Federico la desea más que nunca. Con ese vestido corto y esa alegría que le da el alcohol está más hermosa que nunca. Piensa que ojalá fuese soltero, para poder cogerse a esa petisa y darle la leche que ella, tan descaradamente le pide, sin decirlo, desde hace rato. Ana tiene una cara aniñada que lo hechiza y perturba, y ese culo divino… le encantaría arrancarle el vestido azul con los dientes. La llevaría al subsuelo y la cogería encima de la mesa que está en el cuarto de luces que también usa como vestuario, o quizá se encerrarían en un ascensor y copularían hasta el amanecer. Pero no puede hacerlo. La sortija brilla en su dedo y lo llena de culpa.
    
    —Bueno, gracias por la botella. — le dice. — que termines bien el año.
    
    Ella se despide sonriente, pasea toda su hermosura por el hall y entra al ascensor dejando la estela de su sabroso olor a perfume y sexo.
    
    Federico cree que pasó una prueba de fuego. Estuvo muy cerca de comerle la boca cuando ella le dio el segundo beso, pero resistió. Llama a su mujer. Quiere hablar con ella para darse fuerzas, pero parece que ya está durmiendo porque no contesta. Piensa que mañana mismo va a pedir el traslado, no va a arriesgar su matrimonio por una calentura pasajera. Entonces suena el timbre del portero eléctrico. Ya se imagina quien lo llama a esa hora, e intuye que levantar el tubo del intercomunicador va a ser su perdición. Pero lo hace.
    
    —Hola soy Ana. ¿estás ocupado ahora? — dice la dulce y malvada voz.
    
    —Mirá, ocupado ...
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