1. Ya soy el puto del equipo (XI): A cada problema su solución


    Fecha: 09/10/2018, Categorías: Hetero Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    ... de mi taita. Allí departieron todos y había algo unánime en el ambiente que resumió el papá de Marcos con estas palabras:
    
    — Nuestros hijos son como son, no hay duda, aunque no nos guste no podemos hacer nada contra ellos porque son nuestros hijos. Pero hay algo más, son responsables, trabajadores, buenos estudiantes y cariñosos con la familia. ¿Alguien podría esperar más de sus hijos? Yo os digo que estaré con mi hijo hasta la muerte, os pido que defendáis a vuestros hijos, porque muchos quisieran unos muchachos como estos seis que están aquí.
    
    Todos se sentían en la misma onda. Nada se habló de nuestra homosexualidad, ni sentimientos de pena y dolor, nada se dijo de las incomprensiones. Parecía que no hubiera rencores, sino solo petición de justicia para sus hijos. El vino tinto y blanco que mi taita puso en la mesa calentó los corazones y aquella reunión no parecía acabar. Pero todo tiene su final. Nos quedamos mi taita, Abelardo y yo. Abelardo le dio un fuerte abrazo a su madre para despedirse y me llamó para presentármela. Le di dos besos muy cariñosos y lloró. La tranquilice diciéndole que un día el papá de Abelardo sabría que tiene un hijo sin rencores y que le va a querer siempre, y añadí, mirando fijamente a los ojos de la señora:
    
    — Cuando usted desee, con o sin necesidad, solo que quiera ver a su hijo, venga a esta casa. Señora Bibiana, mi taita, la recibirá siempre, la atenderá y, si no estamos, esperará con usted hasta que lleguemos. No se olvide de su ...
    ... hijo, ahora considérese que tiene uno más, pues mi cariño no le faltará.
    
    — Gracias, lo haré…, necesito ver a mi hijo, espero no molestar…
    
    — No molestarás, mamá, —dijo Abelardo— y yo me alegraré de verte.
    
    — No sé cómo pagaré esto, no lo sé, ¡Ay, Dios mío…!
    
    Se fue y me dejó sin palabras. Hubiese querido decirle que su amor lo paga todo, pero ya no me salían las palabras al presenciar y sentir el dolor de esta mujer. Me quedé en la puerta mirándola y Abelardo acompañándola hasta la parada del autobús. Me metí en casa con los ojos húmedos y se me puso delante mi taita:
    
    — Dorito, lo que más me gusta de ti, hijo mío, son tus sentimientos hacia las personas, me alegra verte cómo los amas, te pareces en todo a tu madre; ella no podía ver un pobre sin darle una limosna sustanciosa.
    
    — ¿Me parezco a mi madre, taita?
    
    — Tu cara y tus maneras de moverte, la pose, son todo tu padre, te veo y lo veo a él; tus sentimientos, tus cariños son de tu madre… Has heredado lo mejor de ellos dos, el exterior de uno y el interior del otro.
    
    — ¿Tú querías a mis padres?
    
    — Como a mi propia vida, Dorito. Entré a servir en la casa de tu abuelo a los 11 años, tu padre era un bebé, aun no hablaba y me encargué de él, lo tuve como a mi hijo y cuando por desgracia, Dios sea bendito, me faltó, me dieron a su hijo; tú has sido mi vida.
    
    — ¿Y a mi madre?
    
    — Vino un día tu padre y me pidió que lo acompañara, me llevó en el coche a la plaza y me dijo antes de llegar, te voy a presentar a mi ...
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