Elena y el bañista
Fecha: 12/10/2018,
Categorías:
Anal
Autor: zuppo, Fuente: CuentoRelatos
... entonces bien redondos, cuando sintió humedad en su sexo.
Asustada, buscó en su bolso la compresa le había dado su madre por si le llegaba inesperadamente la regla. Corrió hacia el baño, cerró la puerta, se subió apresuradamente la falda y bajó las bragas. Pero no había restos de menstruación, apenas una babilla transparente que untó entre sus dedos.
Alguien tocó a la puerta, se subió las bragas apresuradamente y salió sin darle tiempo a lavarse las manos. Tras la puerta estaba un chico que le cedió el paso, justo cuando ella le rebasó, el desconocido se aproximó a ella por atrás, acercando la mano a su culo, ella se volteó alarmada y quedó paralizada. Él le señaló como al subirse las bragas, estas le habían atrapado el vestido, dejándole la trasera al aire. Ella se giró para verse, él posó la mano en su nalga y desenganchó la falda. Sintió el fuego en los dedos del muchacho en el breve contacto y se sintió deseada.
Solo atinó a decir: ¿están manchadas? El levantó la falda aprovechando para acariciarle torpemente los muslos que ella instintivamente separó, se agacho a inspeccionar las bragas mientras continuó la caricia por el interior de los muslos hasta llegar a su sexo. Ella se recogió las bragas escondiéndolas entre sus nalgas y mostrándole un culo que él apreció redondo y exquisito.
La llegada de su hijo le sacó de la evocación. Rápidamente recompuso la braga del bikini que había hundido en su raja, frente de un desconocido. El muchacho se tiró en mitad ...
... de su toalla reclamando las patatas fritas. Ella busco entre el atestado bolso, cuando saco la bolsa de patatas, el muchacho se la quitó de las manos y se la adueñó, dándole la espalda a su madre.
Esta se sentó en la toalla y continuó recordando la historia. Como el muchacho le respondió inocente: no están manchadas, solo mojadas!
Con disimulo, Elena abrió sus muslos y, entre los pliegues, pudo ver como asomaba una marca de humedad en su bikini.
El abrupto sirenazo que anunciaba el final del baile les sacó de su intimidad. A la salida, entre la pelotonera de los muchachos, Elena notó la dureza del chico arrimada a su culo.
Estará duro mi anónimo admirador o solo es mi fantasía que anda en calores? Se preguntó Elena. Le urgía comprobarlo. Girándose, quedó tumbada boca abajo frente al desconocido. Este tenía una bolsa entre sus muslos que le impidió saciar su curiosidad. Él sacó un protector solar y comenzó a untarse sobre los hombros. Elena se puso las gafas de sol para poder observarlo. No era un adonis y se le comenzaban a notar los años: las canas, la curva de la felicidad en la tripa, no estaba musculado pero mantenía la forma del cuerpo. Comenzó a untarse el pecho.
Tras el baile, Elena llegó a su casa con vaivén de sensaciones. Ya en la cama, comenzó a masajearse los pechos, que comenzaban a nacerle, al tiempo que apretaba rítmicamente los muslos, turbada por el recuerdo de la caricia del muchacho, que le hacía explorar su cuerpo y las sensaciones que le ...