1. En un hotel respetable


    Fecha: 03/11/2023, Categorías: Bisexuales Autor: Dr Arroyo, Fuente: CuentoRelatos

    Caminaba por el camellón de una bella avenida, el ocaso del día ya se anunciaba y el vecindario tenía ese sabor de lo viejo sin ser decrépito, había restaurantes, uno que otro café, árboles por todas partes, era un lugar agradable en el que años antes había pasado mucho de mi tiempo por la sencilla razón de que había estudiado por allí. La zona estaba a punto de convertirse en una mediocre imitación de los barrios progres de Estados Unidos y los vecindarios cercanos ya deliraban con sentirse el epicentro de la intelectualidad, el periodismo, las artes, se empezó a poner de moda que actores y otros famosillos de peor calaña fueran a vivir por allí. Cuando eso pasó, empezó la decadencia. Pero lo que narraré ocurrió poco antes de que todo eso sucediera.
    
    Mientras caminaba por el camellón de tan precioso vecindario, iba atormentado por mis pensamientos, o quizá sería más preciso admitir, por uno de esos días de extrema calentura que quién sabe de dónde sale y lo único que uno necesita con imperiosa necesidad es coger. Coger sin piedad, sin descanso, sin respiro. La irrevocable necesidad de un cuerpo, de otro sabor, de un sudor, del peso de otro cuerpo, la piel caliente de alguien más, los gemidos de otra persona. No sabe uno qué hacer, no puede uno pensar, la verga parada dentro de los pantalones es una deliciosa pero infinita tortura a cada paso…
    
    En esas andaba sobre el camellón de la avenida cuando llegué frente a un hotel de apariencia respetable pero donde todo mundo ...
    ... acudía (y acude) para faltarse el respeto concienzudamente. Pensaba en que sería genial ver asomarse a alguien a medio vestir por las ventanas del hotel y guiñarle un ojo. Para mi infinita sorpresa, eso pasó: en una ventana del segundo piso apareció un hombre delicioso de pecho musculoso sin ser exagerado, brazos marcados y una sensualidad que rompía la ventana y llegaba hasta mí, que me hallaba como a veinte metros de él. Era cachondísimo ver cómo luchaba por ponerse una camiseta blanca de manga larga que le quedaba muy justa. Y cuando por fin su cabeza logró salir de la tela que la ocultaba, pude contemplar el rostro de un hombre muy guapo. De inmediato se me antojó ese pecho, esos pezones, esos brazos, aquellos labios.
    
    Pero lo más sorprendente es que él de inmediato me vio y no quitó su mirada de mí. Ahora o nunca. Sonreí, le aguanté la mirada, adopté una pose ligeramente retadora y esperé. Él terminó de ponerse la camiseta con desesperante lentitud, gozando de lucirme su cuerpo y sin dejar de mirarme. Con idéntica lentitud se alejó de la ventana y apagó la luz de su habitación. Rogaba porque bajara a buscarme, así que decidí esperarlo. Pasaron los minutos y me di cuenta que si de esperar se trataba, lo mejor sería que me sentara, así que me acerqué a una banca donde pudiera verme con facilidad si es que ocurría el milagro de que bajara y me buscara.
    
    El milagro ocurrió, como quince minutos después de que ya empezara a perder las esperanzas. Salió éste machazo del hotel ...
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