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Deseo renacido
Fecha: 08/11/2023, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
... vieran allí. No era lo mismo entrar en lugares similares en calidad de policía que con intenciones más sombrías, sin embargo, era el único modo que tenía para acceder a Daila. Lo había intentado de diversos modos. Una de sus propuestas fue hacerlo en un hotel, o quizás, en otro lugar menos variopinto. Otra fue la de le plantearle la posibilidad de alquilar un apartamento para sus encuentros, sin embargo, ella era consciente de cual era su lugar y de que, bajo ningún concepto, podía ir por libre. Su chulo se lo dejó claro en el pasado, y como testimonio, una sutil cicatriz adornaba su ceja derecha, aun así, aquella señal no enmascaraba su belleza natural. Unos ojos de un azul claro daban fe de su procedencia y su acento del este lo confirmaba. No era una mujer despampanante. Era menuda, de uno sesenta y dos para cincuenta y dos kilos de peso, delgada, de pequeños pechos para los que buscaban las delicatesen en sustitución a perderse en la inmensidad de las ganadoras de los óscar a mejor actrices secundarias. A Prisco no le atraían las mujeres voluptuosas, quizás por eso la gracilidad de la que hacía gala Daila enturbiaba su sentido común. Por su parte, ella era consciente de que estaba en el ocaso de su juventud y que sus días en el club tocaban a su fin. Probablemente después sería vendida a otros proxenetas de menor nivel y acabaría en locales de tercera, en pisos, o en la calle. La luz era vaporosa. Había tres clientes sentados en la barra conversando cada uno con una ...
... fulana que le correspondía con fingidas sonrisas y falsas palabras. Prisco arrimó el taburete, se sentó y apoyó el brazo en la barra. Se sentía como pez fuera del agua. El hombre más corpulento desapareció por un pasillo junto a una de las chicas. No le gustaba aquella situación y tampoco sentirse observado ante lo que resultaba evidente. Una de las fulanas se le acercó amablemente y le preguntó qué le servía para beber. Prisco pidió un gin tonic y a continuación preguntó por Daila. —Hace días que no viene, —contestó la muchacha intentando tomar su relevo. Prisco le sonrió con cortesía y desechó su ofrecimiento. —¿Sabes dónde puedo encontrarla? —preguntó el detective. La joven lo miró perpleja y se volteó hacia el hombre que en ese momento estaba pasando un trapo por la barra contemplando la escena desde el otro lado sin perder detalle de la conversación. Prisco lo miró un instante intuyendo que era el proxeneta y se acercó a él sospechando que podría aclararle el paradero de la joven. Su aspecto era enjuto, de escasas carnes, pómulos prominentes, nariz aguileña y unos ojos hundidos que le conferían un aspecto vil, poco honesto y de escasos amigos. —Me gustaría ver a Daila, —pidió. —Ya no trabaja aquí, —sentenció el otro sin dejar de pasar el paño por la barra. —¿Sabes dónde puedo encontrarla? —Ni idea, —dijo sin dar ni un detalle. —¿No dijo nada? —insistió Prisco. —¿Y a ti que coño te importa? ¿Eres su padre o qué? El detective lo miró ...