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Deseo renacido
Fecha: 08/11/2023, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
... le atizó otro golpe en la nariz como si al hacerlo, las palabras del chulo careciesen de significado. —Vas a decirme donde está Daila y si no me convence tu respuesta te partiré esa cara de imbécil que tienes, te arrancaré la nariz y te la meteré por el culo. ¿Has entendido? El proxeneta asintió ahora más sumiso. —La vendí. —¿La vendiste? Cómo que la vendiste? —Pronto se le “pasará el arroz” y entonces será más difícil que alguien se interese por ella. —¿Crees que es una cabra? —preguntó indignado el policía mientras le reventaba la nariz. El fulano gritó de dolor. En esos momentos, su rostro era un amasijo de carne ensangrentada. Las quejas del proxeneta se convirtieron en lamentos, gemidos y lloriqueos suplicándole que lo llevara a un hospital. —Volveré a hacerte la pregunta que debiste contestarme el otro día. Si lo hubieras hecho, ahora, aunque fea, tendrías nariz ¿Dónde puedo encontrarla? —Cornel le dio la dirección farfullando. —Espero que Daila esté bien o volveré para despegártela de tu infecta cara. —¿No vas a llevarme al hospital? —gritó el chulo. —¡Ve caminando! —dijo Prisco. A continuación lo cogió con ambas manos de las solapas, lo acercó con ímpetu hacia él y arrimó su cara hasta sentir su aliento fétido. —Por cierto. Di que te has ido de bruces y te has roto la nariz. No digas que ha sido por imbécil. Podrían creerte. Prisco entró en el local. Estaba vacío y mal iluminado, aunque lo suficiente para ver el mal gusto de ...
... la decoración. El olor era un revoltijo de olores humanos atenuados con un ambientador que no alcanzaba su propósito, por lo que una tufarada penetró en sus fosas nasales provocándole náuseas. El hombre de la barra le pareció igualmente repulsivo. Con sobrepeso y una papada que hacía difícil reconocer donde terminaba el rostro y empezaba el cuello de no ser por una pequeña protuberancia que en algún tiempo habría sido una barbilla. —¿Puedo ver a Daila? —preguntó Prisco. El hombre asintió y la llamó a voces. —¿Le pongo algo de beber? —le preguntó. —Un gin tonic. Daila tardó unos segundos en salir. Se detuvo un instante en la barra contemplando a su amigo y esbozando una sonrisa. Prisco se dio cuenta de que no existía maquillaje que la pudiese embellecer más que su sincera sonrisa en la que se insinuaban unas ligeras patas de gallo evidenciando su tránsito a la madurez. —¿Estás bien? —preguntó él. —Sí, —afirmó ella. —¿Quieres salir de aquí? Daila asintió y Prisco se dirigió al orondo personaje. —Voy a llevarme a Daila por el módico precio del gin tonic y no volverás a verla más. —¿Qué coño estás diciendo, gilipollas? —dijo alterado. Inmediatamente abandonó la barra y se dirigió hacia Prisco con intenciones poco amistosas y cuando estaba a su altura, Prisco le plantó su placa en la cara. —Si no montas un pollo no te denunciaré por tráfico humano. Me iré y no volverás a saber de mí, pero si tan sólo me miras de reojo o dices una palabra que ...