1. La visita inesperada


    Fecha: 26/12/2023, Categorías: Infidelidad Autor: Chicles, Fuente: CuentoRelatos

    ... franco.
    
    Acudió a mi memoria el recuerdo de la vez en que les informé lo que me comunicó en una carta su esposa: Julián había sido secuestrado, torturado y asesinado. Ella, embarazada, había cruzado la frontera y desde donde ya estaba segura, me envió una carta. Después arreglamos su estancia legal, la nacionalidad para su hijo, ustedes y yo le buscamos trabajo. No pude evitar las lágrimas, retiré el cenicero y me acomodé para abrazarte mientras se te pasaba el lamento.
    
    —¡Gracias! —me dijiste con una gran sonrisa y los ojos irritados por el llanto. Me besaste las manos y volviste a decirme gracias antes de que te levantaras para ir al baño.
    
    La rapidez de tu caminar al retirarte, lo albo de tu piel y la manera en que parecía flotar tu cabellera me extasiaron. Llevé a la cocina las tazas y el cenicero. Regresé con dos vasos de agua y puse uno en cada buró. Antes de colocar el último, ya estabas de regreso. Levantaste la cobija y me pediste que me acostara. Lo hice y después tú te extendiste sobre mí.
    
    —Ahora tápame —ordenaste después de haberlo intentado infructuosamente.
    
    Cuando cumplí tu petición me miraste a los ojos antes de besarme el pecho y volviste a decir “Gracias”, dejándome una duda: ¿Gracias por qué?, así que te lo pregunté mientras que metía mis manos entre el cabello negro que formaba una cortina a los lados de tu rostro.
    
    —Por-to-do. Por lo que nos has ayudado a Rubén y a mí: libros, dinero, cobijo y demás cosas materiales cada vez que lo hemos ...
    ... necesitado; por tu amistad desinteresada; por las horas que nos has dedicado para que entendamos los textos difíciles, más los técnicos en la maestría que lleva Rubén; por tu plática tan instructiva, y yo por esta noche —aclaraste, y me besaste con tal destreza que mi pene creció de golpe.
    
    Abriste las piernas, resbalaste un poco el cuerpo y, debido a la gran humedad de tu vagina, quedaste con todo el miembro adentro. Sin dejar de acariciar mi lengua con la tuya, te moviste de un lado a otro. Te erguiste sentándote en mi pene, apagaste la luz y cabalgaste expresando tu lujuria con palabras tiernas hacia mí y soeces hacia cada parte de mi cuerpo. Diste un grito agudo y caíste sobre mi pecho jadeando y empapada de sudor. Cuando tu respiración se normalizó distribuiste muchos besos sobre mi cara. Volviste a sentarte sobre mí, que seguía con el pene erecto, prendiste la lámpara y cuando me miraste, aún encandilada por la brillantez no pude evitar preguntarte la razón por la que habías apagado la lámpara si la volverías a prender.
    
    —Me dio vergüenza que me miraras así, lujuriosa. Sentí tu pene en lo profundo y supe que no me podría contener en lo que te dijera. Quiero decirte algo más, pero después de saber que yo también puedo hacerte sentir bien.
    
    —¡Claro que me haces sentir bien! —precisé pasando mi mano por tu pecho haciendo que escurriera el sudor.
    
    —No lo creo, ni en la sala, ni en la cama, eyaculaste. Me da la impresión que todo lo has hecho por compromiso, o quizá por ...
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