1. Un desafortunado error


    Fecha: 02/01/2024, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... todo parecía indicar que realmente se trataba de simples fotografías.
    
    Repasé por segunda vez el nombre de los archivos: La Habana 007, La Habana 011, La Habana 078, etc. Tenían que ser fotos, y más me valía que así fuera, porque había decidido jugármela. Crucé los dedos y…
    
    Expiré con alivio al ver que se trataba, en efecto, de simples fotografías. Menudo mal trago había pasado. Mi vecino debía haberse confundido al seleccionar en su teléfono el dispositivo donde iba a mandar esas fotos. Por aquel entonces, Bluetooth era el modo más sencillo de trasferir imágenes o música entre dos aparatos que estuvieran cerca el uno del otro: un ordenador, un teléfono, la tele, etc. Todo disponía de conectividad mediante Bluetooth y, cada vez que uno quería mandar algo, debía seleccionar entre una infinidad de dispositivos disponibles. De modo que sí, era muy fácil cometer un desafortunado error si uno no se andaba con cuidado.
    
    Tras el susto que me había llevado, me sentí aliviado ante aquella sencilla explicación. Entonces me fijé en la fotografía de mi vecina. Por supuesto, yo tenía ni idea de que mis vecinos de abajo hubieran estado en La Habana, pero a tenor del nombre y de lo que se veía en la foto, así debía haber sido.
    
    En la instantánea, Luisa, mi vecina, conversaba con un hombre de color. ¡Con un negro! ¡Qué cojones! Estaban de pie junto a la barra de un elegante restaurante de ambientación criolla. Ella sonreía con una gran copa en la mano mientras el tipo le decía algo ...
    ... al oído.
    
    Luisa ya no era ninguna chiquilla. Las chiquillas eran más bien sus hijas, que rondarían los dieciocho años, si no los habían cumplido ya. Luisa los que debía estar a punto de cumplir serían cuarenta o cuarenta y cinco.
    
    El paso del tiempo es cruel con las mujeres, pero mi vecina seguía siendo una auténtica belleza. Se teñía de un rubio suave y sensato que disimulaba bien las canas. Poseía una espesa melena rizada y casi siempre se recogía el cabello de las sienes con un pasador. Sus cejas tenían un final afilado, sus ojos eran azules y despiertos y su boca era comérsela, simplemente. Con todo, las incipientes bolsas en los párpados, las patas de gallo y la pérdida de tersura de las mejillas indicaban el deterioro de la que en tiempos debía haber sido la chica más guapa de la universidad, pero que ahora, en la oficina bancaria donde se dejaba la piel, siempre iría después de la becaria de turno.
    
    De hombros para abajo, era otra historia. A diferencia de su marido, Luisa se siempre había esforzado para mantener una figura esbelta y femenina. A mi modo de ver, el cuerpo de mi vecina era mucho más voluptuoso y sensual que el de sus hijas. Mientras éstas parecían dos finos juncos, su madre tenía el porte fuerte y fascinante de una diosa del Olimpo.
    
    En la imagen que tenía en ese instante delante de mí, Luisa llevaba un sencillo vestido de lino blanco. Una prenda ideal para salir a pasarlo bien en las calurosas noches del Caribe. Su acompañante no le andaba a la ...
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