Un desafortunado error
Fecha: 02/01/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... zaga en elegancia, si bien su atuendo dejaba ver a las claras que debía tratarse de un nativo de la isla. Era alto y nervudo, de facciones maduras y ojos astutos. Vestía unos pantalones beige impecablemente planchados y una camisa cuyo estampado habría llamado la atención en cualquier otro lugar del mundo.
Por un lado, sentí curiosidad por saber quién sería ese negro y qué le estaría diciendo a mi vecina para hacerla reír de aquella manera. Por otro, me pregunté dónde demonios estaría Alfonso, mientras aquel tipo flirteaba con su mujer.
En un intento de responder a ambas preguntas, abrí la siguiente imagen. La habana 011 era el fotograma de unos bailarines en plena acrobacia. El fornido cubano aparecía del lado izquierdo de la imagen. Tenía un brazo levantado y mi vecina giraba suspendida frente a él. Realmente, aquel hombre sabía lo que se traía entre manos, dirigiendo con su movimiento una coreografía perfecta.
Por su parte, Luisa seguía tan exultantemente feliz como en la imagen precedente. Su gesto de concentración indicaba la gran velocidad con la que su cuerpo giraba sin apenas tocar el suelo con la punta de su pie. Otra cosa que daba vértigo era la fuerza centrífuga que moldeaba aquel níveo vestido en su cintura y revelaba las bonitas piernas de mi vecina.
Un último detalle que llamó mi atención fue que, mientras todo el mundo a su alrededor parecía estar contemplándolos, aquel negro miraba directamente a la cámara. Ese hecho desvelaba que el tipo era ...
... consciente de que les habían hecho o les iban a hacer esa fotografía.
Fue en ese preciso instante cuando comprendí que el fotógrafo no podía ser otro que Alfonso, el marido de mi vecina. Sólo él podía haber tomado aquella foto y haberla guardado, aunque de poco le había servido amén del desafortunado error que acababa de cometer.
Esforzándome en contener mi frecuencia cardíaca, pasé a la siguiente imagen, “La Habana 021”. La apasionada escena me conmocionó de tal modo que inconscientemente me llevé una mano a la boca para contener una exclamación de asombro. Aunque la imagen era bastante oscura, podía distinguirse al fornido cubano y a mi vecina besándose en un aparcamiento. Los coches centenarios hacían que la foto diera la impresión de pertenecer a una época ya pretérita, casi podía escucharse el sonido lejano de los ritmos latinos que habían estado bailando. Sin embargo, había en aquella instantánea un detalle que jamás perdería vigencia, y era el contraste de color y raza entre los amantes. No, esa sería una controversia atemporal.
Saltaba a la vista que aquel hombre sabía como tratar a una mujer. Había enredado sus dedos en la rubia melena de Luisa a fin de conducir su boca a sus propios labios. Mi vecina, francamente superada, apoyaba una mano sobre el abdomen de su amante, aunque sin ninguna intención de contenerlo. No, Luisa se sometía tanto a él como a su propio deseo, gozando de que aquel negro le comiera la boca.
De lo último que me percaté fue que mi vecina ...