El Caribe mexicano me dio más de lo que esperaba
Fecha: 07/01/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: DAMECANDELA, Fuente: CuentoRelatos
Lo que estoy a punto de contarles sucedió hace algunos años. Yo tenía 23 en aquel momento, y con tres amigas muy cercanas decidimos viajar de vacaciones a México. Reservamos un alojamiento all inclusive en la zona hotelera de Cancún, sacamos un vuelo que conseguimos con descuento en un Cyber Monday y esperamos con muchas ansias a que llegara la fecha del viaje.
Era la primera vez que pisaba una playa que no fuera argentina o uruguaya, y la sensación que corría por mi cuerpo era como la de haber llegado al paraíso. Clima cálido todo el año, arena clara y suave, agua transparente y con una temperatura que invitaba a quedarse horas dentro del mar.
Habíamos elegido un hotel sin animadores ni actividades. La decisión de evitar llamados a participar de juegos, deportes o bailes constantemente fue unánime. Nosotras sólo buscábamos paz y disfrute.
Ese viaje fue maravilloso. Todas las mañanas desayunábamos en el buffet del hotel y nos íbamos tan rápido como podíamos a la playa privada para ubicar cuatro reposeras y aprovechar cada rayo de sol en nuestra piel. Pasábamos todo el día yendo del agua al sol, del sol a la barra de tragos, de allí al sol de nuevo, y de vuelta al agua. Cuando el sol empezaba a bajar ya entrada la noche, volvíamos a la habitación, nos duchábamos y bajábamos a cenar. Luego nos arreglábamos y salíamos a la noche mexicana como cuatro diosas bronceadas, jóvenes, alegres, seductoras. Ninguna de nosotras había viajado con hambre de conquistas, y eso (por ...
... alguna razón) llamaba doblemente la atención.
Una mañana bajamos a desayunar con una resaca especialmente memorable, luego de haber sobrevivido a los mil chupitos de Coco Bongo. Sin embargo, ni eso nos iba a impedir aprovechar la mañana de playa. Dormir estaba sobrevalorado en vacaciones, y sobre todo a esa edad. Aquella playa valía cada segundo, y si hacía falta dormiríamos una siesta a la sombra de la reposera.
Mientras desayunábamos en piloto automático, todavía tratando de despertarnos del todo, una de mis amigas reconoció a un conocido suyo en otra mesa.
- Yo conozco a ese chico de ahí. Es Manuel, mi compañero de la facultad. - dijo Martina.
Nosotras nos dimos vuelta sin entusiasmo ni intención de disimular, y lo vimos. Conocíamos a Manuel únicamente por fotos, y no nos interesaba demasiado su presencia allí.
Una vez que terminamos de comer, agarramos nuestras cosas y nos levantamos para salir finalmente a la ansiada luz del día.
Cuando estábamos llegando a la puerta, mi amiga no pudo evitar su impulso y le gritó a su amigo, que se encontraba del otro lado del comedor.
- Ey, ¡Manu! - exclamó levantando efusiva su mano derecha para que la viera.
El joven miró descolocado y tardó unos segundos en reconocerla, pero finalmente le devolvió el saludo a lo lejos.
Martina, en vez de dar por finalizada la secuencia, se desvió del camino hacia la salida y se acercó a la mesa donde estaba el muchacho en cuestión, acompañado de dos amigos.
- Martu, ¿cómo ...