Nunca digas de esta agua no beberé
Fecha: 25/01/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
... sin embargo, intentó ser lo más cortés posible.
—Sí.
—He escuchado que pasado mañana es el juicio.
—Así es, —respondió.
—Últimamente no se ha sabido mucho de usted.
—¿Todavía quiere saber más? —le increpó.
—No es que yo quiera, es que hace unos meses no se hablaba de otra cosa.
—Pues menos mal que ya hay algo más de lo que hablar, —añadió en su defensa.
—No se ofenda, pero es que aquella noticia fue una bomba.
—¿Lo dice porque murió una persona?
—No exactamente.
—¿Entonces por qué lo dice? —preguntó sabiendo la respuesta.
—Bueno… yo la veía todos los días. Me encantaba escuchar las noticias, pero sólo porque las contaba usted, la verdad, y he de decir en su favor que ahora ya no las veo. Entre políticos que no se ponen de a acuerdo ni en el color de la mierda, entre que siempre se habla de lo mismo y entre que la tipa que la ha sustituido es más sosa que el apio no merece la pena encender la tele.
Felicia sonrió y agradeció el cumplido dejando que el taxista continuara explayándose en su charla.
—Puede escucharlas en otra cadena, —le sugirió.
—No quiero ser grosero, pero la prefería a usted.
—Gracias, es muy amable, —dijo.
—Imagino que pasar de contar las noticias a ser el contenido de ellas sería tremendo.
—No se hace una idea, —añadió.
—La verdad es que fue un shock para su audiencia.
¡Qué sabrá usted! Pensó ella.
—Era usted muy querida, —agregó el taxista.
—Usted lo ha dicho, era.
—No haga demasiado caso ...
... de lo que se dice. La gente le quiere, a pesar de todo.
—No estoy muy segura.
—Yo la quiero… quiero decir… como profesional es usted muy buena… y como mujer, ni le cuento… impresionante, —añadió sin poder evitar su admiración.
Felicia no sabía si sentirse complacida u ofendida, pues aquel hombre se estaba tomando unas libertades que quizás no procedían, no obstante, intentó ser cordial, pues su reputación ya estaba lo suficientemente dañada.
—Es muy amable.
—Nada, a mandar señora. Hemos llegado.
Felicia le pagó la cantidad estipulada y añadió diez euros de propina. Cuando bajó del vehículo el taxista la llamó.
—Por cierto, aquí tiene mi tarjeta por si necesita algo.
Felicia levantó las cejas perpleja, miró al taxista y cogió la tarjeta sin saber exactamente si en sus pretensiones se hallaba la necesidad del taxi o del taxista. En cualquier caso, como su reciente reputación le precedía, sospechaba que con la pícara sonrisa que el jovial caballero le dedicó, no le cupo ninguna duda que estaba yéndose por los cerros de Úbeda y Felicia le siguió el juego.
—Lo tendré en cuenta, gracias.
Llamó al timbre desde abajo e inmediatamente se abrió la puerta. Emma la esperaba en el zaguán y se alegró enormemente de verla. Le dio un beso y un abrazo, correspondido por su hija con cierta renuencia. Después la hizo pasar al salón y su yerno salió también a saludarla, a continuación las dejó solas, manteniéndose al margen para que madre e hija hablaran. Fue Emma ...