1. Mi odiosa madrastra, capítulo 9


    Fecha: 30/01/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    Sentí cómo Nadia se separaba de mí. A pesar de que intentaba ser sigilosa, los movimientos del colchón y de la ropa de cama me advirtieron de lo que pasaba. Era raro, pues luego de hacerme aquella paja, había caído en un profundo sueño. Supuse que quizás lo que realmente me había hecho despertar era la ausencia del calor corporal de Nadia. Abrí los ojos. Los rayos del sol ya se filtraban por las pequeñas aberturas de la persiana. La miré. Estaba parada al lado de la cama, bostezaba, y estiraba todo su cuerpo como consecuencia de la fiaca que aún sentía. La espalda se arqueó, los brazos se estiraron, las piernas parecieron tensarse, los pechos avanzaron, sobresaliendo aún más de lo que ya de por sí sobresalían. Hasta en los gestos más cotidianos mi madrastra dejaba relucir su sensualidad.
    
    — Al final me quedé dormida acá —comentó, cuando notó que la estaba mirando—. Igual, por lo visto ni te enteraste —agregó después.
    
    — No, no me di cuenta. Pero está todo bien —respondí, mintiendo.
    
    Recordé la paja que me había hecho mientras ella dormía, y luego su mano posándose sobre mi verga erecta. La mano de Nadia presionándola, hasta que la eyaculación no pudo ser contenida.
    
    — ¿Te sentís mejor? —preguntó, apoyando la mano en mi frente—. La fiebre casi se te va —comentó.
    
    — Ya me siento mucho mejor —dije—. Aunque todavía algo cansado. Vos no tenés ningún síntoma —afirmé después.
    
    — No, por lo visto soy una superheroína asintomática —comentó en broma, mostrando los músculos ...
    ... de sus brazos. Luego se marchó. Quizás por primera vez, sentí la soledad de mi habitación.
    
    Realmente ese sueño había sido reparador. La peor parte de mi enfermedad había quedado atrás después de esa noche de caricias tiernas y de paja furiosa. Pero no fue solo eso lo que hacía de esa noche algo especial, algo diferente a todos los otros días, los cuales ya de por sí eran atípicos.
    
    Esta era la primera vez que reconocía para mí mismo que Nadia me atraía mucho. Era cierto que las circunstancias me obligaban a verme enredado en situaciones sumamente eróticas, y que cualquier otro tipo que estuviera en mi lugar no soportaría ni la mitad de lo que yo estaba soportando. Pero también era cierto que, por mucho que me pesara admitirlo, no solo estaba acostumbrando a tener a esa mujer moviendo su perfecto culo por toda la casa, sino que disfrutaba de tener ese privilegio. No obstante, este sinceramiento conmigo mismo no hacía más que complicar las cosas, pues no dejaba de ser mi madrastra, y estaba decidido a nunca acostarme con ella. Estos pensamientos me fueron empujando hacia otros, un tanto más molestos e incómodos. Así como repentinamente acepté la atracción hacia Nadia, también surgió un fuerte sentimiento de contrariedad hacia todas las prácticas que llevábamos a cabo. De repente, las excusas que me había dado ella, y las que yo mismo me había inventado, perdían fuerza y no resultaban para nada convincentes. No por primera vez me pregunté qué hubiese pensado si hacía un par ...
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