Mi odiosa madrastra, capítulo 9
Fecha: 30/01/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... Pero ahora me picó la curiosidad. Y no creas que es porque tengo ganas de escuchar un relato cursi, sino porque de verdad no entiendo, cómo es que…
— ¿Como es que un hombre puede tener algo serio conmigo? —preguntó ella, con la mirada más triste que enojada.
— Bueno, no es que no crea que lo merezcas, pero convengamos en que no cualquier hombre podría tolerar salir con una mujer que debe tener dos mil pretendientes —dije, para luego interrumpirme para tomar un trago de agua—. Pero en realidad lo que más me intriga es saber cómo es que vos elegiste al viejo, habiendo tenido tantas opciones.
Nadia había esbozado una sonrisa, ahora se mostraba más predispuesta a hablar.
— La cosa es mucho más simple de lo que imaginás —dijo.
— ¿Ah, si?
— Las mujeres como yo, al igual que todas las demás, buscamos una sola cosa en los hombres. Una cosa que está por encima de todo lo demás.
— Y cuál es esa cosa —quise saber.
— Que nos amen incondicionalmente —dijo ella—. Y disculpame si es una respuesta cursi para vos. Pero es así la cosa. Yo tenía muchos pretendientes, eso es cierto. Pero los pocos que verdaderamente se animaban a seducirme, no tardaban en mostrarse inseguros o celosos, ya sea porque veían que al estar conmigo la competencia siempre sería dura, o porque se enteraban de mi trabajo, o porque no soportaban ir de la mano con una mujer a la que todo los hombres se daban vuelta a mirar. A Javier en cambio, eso lo traía sin cuidado. Lo único que le importaba era ...
... hacerme sentir bien. Tanto así, que cuando le conté lo de mi trabajo, me ayudó con las fotos y los videos. Es cierto que le gustaba pavonearse frente a sus conocidos, usándome como si fuera una especie de trofeo, pero nunca le recriminé eso.
— Claro que no, si vos misma tenés una faceta egocéntrica —opiné—. A vos misma te gusta mostrar tu cuerpo. Exhibirlo, para que todos te miren y te deseen.
— Cuando tenés razón, tenés razón —admitió ella.
No hablamos mucho más que eso. Ella, al igual que yo, se veía ensimismada. En mi caso, me preguntaba si sería capaz de mantener una relación con alguien como Nadia. Una pregunta a la que no le encontraba respuesta. Mi madrastra, por su parte, no dejó traslucir qué era aquello que la mantenía sumida en la meditación. Aventuré a pensar que quizás, entre sueños, había sentido mi potente erección, y se había quedado con la duda de si yo me percaté de eso o no. Pero era imposible de saberlo.
Volví a la cama, para recuperar las fuerzas que me faltaban recuperar. Tenía la esperanza de que al día siguiente ya me sentiría prácticamente normal. Sin embargo, el hecho de que estar acostado, sin tener sueño, me hizo divagar nuevamente sobre los sucesos de la última semana. Realmente parecía que habían pasado, como mínimo, unos cuantos meses. La relación con mi madrastra había pasado de la enemistad unilateral que había impuesto yo, a una extraña complicidad que se hacía más fuerte cada día que pasaba.
No obstante, no dejaba de sentirme ...