Mi odiosa madrastra, capítulo 10
Fecha: 08/02/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... prohibido.
Mi lengua se frotó en él con fruición. Sentía la dureza del anillo que rodea al agujero. Tenía un poco de vello, pero no me molestó en absoluto, mucho menos cuando escuché el gemido que largaba Nadia cuando empecé a estimular esa zona. Esos gemidos eran música para mis oídos, por lo que el rico sabor de su culo ya no era el único incentivo para seguir comiéndoselo, sino que a esto se sumaba el propio goce de mi madrastra, que se manifestaba tanto en ese enloquecedor sonido que hacía, como en el movimiento de su cuerpo, que se retorcía sobre el colchón, pero sin pretender salir de esa posición, pues lo que le estaba haciendo parecía gustarle mucho.
En mi caso, el placer era doble, porque mientras degustaba su ojete, mis manos estaban como locas, cerrándose en sus nalgas. A través de ellas sentía el constante movimiento ondulante que hacía con su cintura, haciendo que las pompas se levantaran para luego volver a su pose original.
— ¿Te gusta? ¿Te gusta que te coma el culo? —le pregunté, solo por morbo, pues ya conocía la respuesta. Acto seguido, escupí sobre el ano, para luego seguir lamiéndolo.
— Sí —susurró ella, entre jadeos.
Paré con aquella expedición anal, pues nuevamente me estaba entusiasmando mucho, y mi verga estaba que estallaba. Me salí de la cama. Me quité la bermuda y la ropa interior, quedando completamente desnudo.
— Date vuelta —le dije. Nadia lo hizo, ahora quedando boca arriba. Sus hermosas tetas estaban hinchadas. Me encantaba ...
... que hiciera todo lo que le ordenaba—. Separá las piernas —le dije después.
Su sexo apareció ante mi vista. Me dio la impresión de que era enorme, aunque claro, era solo la sensación de ese momento. Sus labios estaban empapados. Había largado mucho flujo, lo que me pareció un halago. Me subí a la cama. Apoyé mis manos en sus muslos, y enterré mi cara entre sus piernas. Besé la cara interna de los muslos. Primero solo hice contacto con los labios. Luego usé la lengua, a la vez que, lentamente, iba ascendiendo, dejando en su piel el rastro de mi saliva. Cuando llegué a su sexo me detuve. Ella se estremeció sólo al sentir mi respiración en él. La vi desde esa posición. Sus pechos subían y bajaban, debido a su profunda respiración. Sus ojos estaban cerrados. Sus labios se separaban solo un poquito, para luego cerrarse. Entonces saboreé su vulva, con un intenso sabor a flujo vaginal. Jugué un poco con ella, sabiendo que no era la zona más sensible. Luego lamí el clítoris.
Me sorprendió el efecto que generó en ella. Mi madrastra largó el gemido más potente que había escuchado hasta el momento. Sus piernas se cerraron con violencia en mi cabeza.
— No pares pendejo. No pares de chupar ahí —dijo, por primera vez tomando una posición dominante.
No tenía motivos para negarme a hacerlo, pues el sabor era, si bien no sabroso, sí muy llamativo.
Toqué ese timbre de carne con mi lengua, una y otra vez, sintiendo el efecto que generaba en ella, pues cada vez que la lamía, me ...