1. Mi odiosa madrastra, capítulo 10


    Fecha: 08/02/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    Durante el resto del día Nadia estuvo distante. Pero por esta vez no me preocupó en lo más mínimo, ya que yo mismo sentía muchas ganas de estar solo, y de no hablar sobre lo que había sucedido.
    
    Habíamos pasado un límite, era cierto. Pero también era cierto que desde que comenzó nuestra tumultuosa convivencia habíamos sobrepasado muchos límites, sólo para que luego dichos límites simplemente se corrieran un poco más lejos. Ahora el límite parecía haberse movido de nuevo. Esa fue mi primera impresión. A esa idea me había aferrado. Pero pensándolo de manera más detenida, me di cuenta de que en este caso había algo diferente: parecía que nos encontrábamos en el límite final, en el límite de los límites. No sólo nos habíamos masturbado juntos, sino que ella me confesó que había estado despierta, aunque fuera por un momento, cuando su mano palpó mi verga erecta. Y yo mismo le había confirmado que me había masturbado mientras ella dormía a mi lado… ¿Qué seguía después de todo lo que habíamos hecho juntos? La respuesta era clara: coger.
    
    Nadia ya no podría subir la vara. No podría encontrar una excusa para provocarme, pues ya había sucedido de todo entre nosotros. Incluso había eyaculado sobre ella. Yo tampoco podría ir más allá de acariciar sus pezones y manosear su trasero, ya no había nada entre el medio de eso, y de tener relaciones sexuales. Ya no nos quedaba margen para el histeriqueo. Ambos estábamos conscientes de ello, y creo que, al menos en parte, era por eso que ...
    ... decidimos mantenernos distanciados. Aunque claro, en un espacio tan reducido como un departamento de tres ambientes, a lo que se le sumaba la imposibilidad de salir de ahí, ya que ambos teníamos coronavirus, ese distanciamiento era difícil de sobrellevar.
    
    La cosa se había ido a la mismísima mierda, y yo, con mi actitud hipócrita, no había hecho más que propiciar ese hecho.
    
    A la hora de la cena me encontré con que Nadia ni siquiera había cocinado. No me iba a morir por un día que no lo hiciera, pero podría haberme avisado al menos. Me preparé unos huevos revueltos, y le pregunté a ella, que estaba mirando una película, si quería que le hiciera algunos.
    
    — No gracias, ya comí —dijo, sin si quiera mirarme.
    
    Me daba la sensación de que tenía un enojo que no terminaba de decidirse a exteriorizar. Sus labios estaban apretados, y tenía la vista clavada en el televisor, aunque algo me decía que no estaba prestando atención a lo que veía.
    
    Cené en silencio, sintiendo una soledad que no sentía hacía tiempo. Pero estaba dispuesto a soportarla. Ya se le pasaría el berrinche a mi madrastra.
    
    Pero no se le pasó. Al otro día intensificó su frialdad. No era hostil, pero se notaba que evitaba todo lo que podía el contacto conmigo. Otra cosa que fue característica de esos días en los que ambos transitábamos la primera etapa de nuestra enfermedad, fue que ella dejó de vestirse de manera provocadora. Era cierto que ya comenzaba a hacer frío, y que debía cuidarse para no pescar otro ...
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