MI NUEVA VIDA CON AMANDA
Fecha: 21/03/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... un tal Milton, el nuevo vecino, un psicoanalista cuarentón, alto y bien parecido que vivía en el mismo edificio que ellos, apenas un mes antes del accidente, y que, por fortuna para Amanda (pero no para Josué) se hizo cargo de los gastos de hospitalización y su posterior rehabilitación.
Como es de suponerse, Josué desde el principio odió a ese hijo de puta por lo que le había hecho, aun si todo mundo decía que el culpable era él, por conducir la motocicleta de manera imprudencial.
Josué le prohibió a Amanda, entre gritos, que ese imbécil se acercara a él nunca más. Sabía que ella tenía contacto con Milton porque él le pasaba una pensión mensual para sus gastos. Aun así, Josué se sentía humillado y desmoralizado: además haberlo dejado impotente, ahora el tal Milton lo mantenía.
Lo peor es que no podía prohibirle a su esposa Amanda que hablara con Milton, pues necesitaban el dinero.
Aun así, Josué nunca dejó de aborrecerlo.
Pero lo que más le dolía a Josué era su impotencia, justo después de que Amanda hubiera comenzado ir con la ginecóloga para que les hiciera un proyecto de fertilidad, a fin de tener un bebé tras siete años de matrimonio en que su prioridad había sido hacerse de un patrimonio antes de ser padres.
Lo peor de todo es que llegó un tiempo en que Josué responsabilizaba a Amanda por el accidente:
—Si no me hubieras pedido que fuera por ti esa noche a esa maldita fiesta de tu estúpida amiga, ahora yo no estaría así, y tú no me reprocharías que ...
... no puedo darte un hijo (y no sé si alguna vez podré hacerlo). ¡Mierda, Amanda!
—¡Yo nunca te lo he reprochado, Josué —lloraba ella con amargura—. ¡Y jamás te lo reprocharé!
—¡Me miras con lástima, Amanda! ¡Jamás me perdonarás si ya no puedo darte un hijo!
—¡Estoy resignada, Josué, te lo digo de verdad!
—Me lo reprochas, Amanda. Lo haces con tu mirada. La amargura de tus ojos cada vez que me miras me recuerda que soy un poco hombre.
—¡Tú no eres ningún poco hombre, nunca lo he pensado, jamás lo he dicho siquiera, Josué! ¡Tienes que calmarte, por Dios, que nos estás destruyendo!
Amanda lloraba amargamente, sentada junto a la cama donde Josué yacía postrado.
—¡En este matrimonio el único que lo está padeciendo soy yo, Amanda, el impotente, el que está incapacitado de satisfacerte sexualmente y quién sabe si también incapacitado para procrear!
—¿Eso es lo que piensas, Josué, que yo la estoy pasando de maravilla, sabiéndote postrado, teniendo que trabajar por los dos para mantenernos, mientras tú te estás dejando vencer, ahí en la cama? ¡Ni siquiera aceptas ir a terapias con el doctor Milton!
—¿Cómo mierdas esperas que vaya a terapia con el responsable de haberme dejado así, como un castrado? —le decía furioso, indignado.
Y a Josué le dolía terriblemente que ella lo defendiera:
—El doctor Milton no tuvo la culpa de nada, Josué, fuiste tú el que condujo con imprudencia y a gran velocidad por la cochera en tu moto, cuando él iba entrando. Los peritos ...