Mis odiosas hijastras (9)
Fecha: 03/04/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... sueños?
—Hacete la dormida todo lo que quieras —dije—. Pero necesito saber ¿De verdad Mariel me engañó?
Ella no respondió. Estuve a punto de sacudirla nuevamente del hombro, pero esta vez con mucha más violencia, pero me di cuenta de que sería en vano. También me percaté de que si seguía haciéndole preguntas solo lograría que ella tuviera más información de mí, así que dejé de lado cuestionamientos como si ella había sido la que me envió la foto y la que me palpó la verga. Lo cierto es que, si la cosa era como yo estaba temiendo, y Agos estuviera complotada con ella, poco importaba quién había hecho qué cosa. Todo había sucedido para que yo perdiera la cabeza e hiciera alguna estupidez. ¿Sería que me habían grabado en algún momento? Lo dudaba. Lo cierto es que con las palabras de las dos bastaba para condenarme ante Mariel.
Aclaré mi garganta. Pero la verdad era que no sabía qué decir. ¿Tendría que pedirle disculpas? La actitud que había tenido en el supermercado ya había rozado el acoso, y ahora, lo de perseguirla hasta su cuarto podía tomarse muy a mal para las chicas de esta generación. E invadir su habitación no me dejaba muy bien parado que digamos. Pero aunque estaba consciente de eso, la indignación opacó cualquier otro sentimiento. La pendeja esa me había provocado. ¿Quién en su sano juicio no intentaría cogerse a una adolescente hermosa que apoyaba sus enormes tetas en tu cuerpo?
—Te debés creer muy inteligente ¿No? —dije, rabioso—. Ahora podés decirle a ...
... tu mami que intenté cogerte. Agos te va a apoyar y Mariel me va a echar de la casa. Te salió todo redondito. Te felicito. Arruinaste la relación de tu mamá con alguien que la quería de verdad.
Valu no daba señales de moverse siquiera.
—¿Vas a seguir jugando a la bella durmiente? —pregunté, fastidiado—. Te gusta jugar ¿eh? Te gusta jugar en la oscuridad. Cuando le cuentes a tu mami de mis manos inquietas, no te olvides de contarle las cosas que me hiciste vos.
Ninguna respuesta. Solo se oía su respiración y, a lo lejos, los ruidos de los autos que circulaban por la calle. Se me ocurrían muchas cosas para decirle, pero, aunque sabía que esas palabras llevarían verdad, no me resultaba conveniente pronunciarlas. ¿De qué serviría echarle en cara que ella había sido quien me había provocado? De todas formas yo no había dudado de intentar besarla mientras metía mano en su carnoso orto. Lo cierto es que sentía que me venía provocando desde que la conocí aquella vez, en la que estaba ataviada con ese uniforme escolar de falda exageradamente corta. Me provocaba a mí y a cada hombre que se cruzaba en su camino. Eso lo tenía en claro. Pero ¿de qué me serviría dejar en evidencia ese hecho? Ella misma me había dicho que tenía consciencia de que podía seducir a cualquier hombre, estuviera casado o viudo. A cualquier hombre, incluyendo a la pareja de su madre. Pero eso no quitaba que yo había obrado mal. Instado por la lujuria y el despecho, ni siquiera me había detenido a pensar en ...