Un culito de ensueño
Fecha: 19/10/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Llegué a esa casa un mes después de la sentencia definitiva de mi divorcio, cuando empezaba a terminar la temporada ciclónica y el otoño del Caribe era una larga sucesión de chaparrones y soles que freían al vapor las calles, los techos herrumbrados y las ganas de vivir. Lo que pude sacar de la casa con la que se quedó Milena fueron mis libros, dos paquetes de compacs, un montón de proyectos, varias cajas de bocetos, mis ropas, mis pinturas, algunas herramientas y mi vieja lexicon 80, la máquina de escribir que compré en una casa de empeño de Villa Mella un sábado por la mañana. Milena se quedó con el auto, con la mitad de mis sueldos hasta que Laura y Pedrito crecieran lo suficiente como para trabajar, con la computadora y con mi vida. Fueron meses terribles, incluso hasta ahora me pregunto cómo no me despidieron del periódico. Tal vez mi jefe de ese entonces, “El Cerdo” Martínez, tenía algo de humano en el fondo. Nunca lo sabré.
El departamentito en realidad no era tan pequeño, pero en esos días yo extrañaba tanto mi mundo que me parecía un sucucho. Era un dormitorio de cuatro por tres, con un baño y una cocinita que daba a un pequeño balcón, en la segunda planta de una casa enorme, llena de cuartuchos alquilados por parejas jóvenes, familias venidas del interior y algunas chicas de la noche a las que, por supuesto, de día era difícil que se las viera.
Mientras por mi mente desfilan estos recuerdos, Yomairis duerme a mi lado. La carne morena y tensa de sus senos ...
... firmes, como la piel de una pantera, su sexo ahora depilado y la expresión inocente de su rostro dormido, como de niña en estado de gracia, me enternecen tanto que quisiera comérmela, ha cumplido veintitrés años, la misma edad que yo cumplí hace veinte. En noches como ésta me hundo en Yomairis como quien se deja caer en un remanso.
Mi increíble historia comenzó en esos días cuando, por obra del azar que según Borges es inescrutable, un tipo apareció por el periódico para ofrecerme la “chiripa” (trabajo casual) de que le corrigiera un manuscrito. Si bien es cierto que en esos días necesitaba más que nunca de una entradita extra, también es verdad que mi mente no estaba del todo despejada como para leer y corregir un manuscrito, de manera que puse dos excusas: necesitaba hojear el material para ver si estaba escrito minimamente en cristiano, y la otra, no tenía computadora y en mi casa los apagones estaban a la orden del día, aunque de noche casi siempre había luz, que era el tiempo del que disponía para trabajar. Al tipo no parecieron importarle mis excusas, me preguntó entonces cuánto tiempo me llevaría. Dos semanas a más tardar, dije, y puse un precio que incluía dos quincenas de mi sueldo, con la esperanza de que el candidato huyera despavorido, pero no. Como está escrito que en mi vida jamás sucede lo que espero que suceda, el tipo dijo que sí con la cabeza.
-La mitad por adelantado- exigí con cara de piedra. Era mi última movida.
El sujeto metió la mano en el bolsillo ...