Un culito de ensueño
Fecha: 19/10/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... motocicletas de la calle distinguí dos piernas preciosas, como si hubieran sido torneadas a mano, enfundadas en un pantalón blanco. Me quedé esperando a que terminara de bajar y la oscuridad disimuló mi expresión de niño en falta cuando vi que era mi vecinita con la que había compartido el viaje en la mañana.
-Vecino, ¿cómo le ha ido?
-Bien, gracias.
Solo entonces noté que, además, la vecinita tenía una figura preciosa, llena de curvas proporcionadas a la perfección, no le faltaba ni le sobraba nada en absoluto, y caminaba con una sensualidad tan natural, como si danzara.
Esa noche trabajé en el manuscrito hasta las tres de la mañana, si conseguía mantener ese ritmo podría terminar antes de una semana, me dije y esa idea me entusiamó. A esa hora de la madrugada me asomé al balconcito a tomar mi cerveza y me fui a dormir.
El primer fin de semana con los chicos fue un poco difícil pero creo que conseguí superar la prueba. El lunes fue un día soleado y aunque tuve mucho trabajo me sentí algo mejor, esto de divorciarse no es tan infernal como me parecía al principio, comenzaba a recuperar ciertos gustitos que había perdido, no preocuparme por la limpieza o por la suciedad, que venía a ser lo mismo, no preocuparme por mi ropa, a no ser la que me iba a poner, no preocuparme por la comida ni sus nutrientes ni su contenido calórico ni el colesterol, de hecho me era más fácil no comer sino hasta que tuviera hambre, cosa que siempre sucedía en mi trabajo. De todos ...
... modos, descubrí también que mi tacañería continuaba intacta, al punto de que no gasté casi nada del adelanto que me dio el escritor. El viernes en la tarde, poco antes de salir de mi trabajo, doña Agustina, la madre de Milena, mi ex suegra, me llamó para decirme que ella y su hija, o sea mi ex esposa, querían llevarse a los chicos a un fin de semana todo incluido que era uno de los chiches, o sea lo que más le encantaba hacer a Milena con mi dinero. Mi mente elucubró cosas a toda velocidad, pensé en negarme porque el fin de semana con los chicos era un derecho, acaso el único, que me había sido otorgado por la jodida y maldita justicia que me había despojado de mi casa, de mi auto, de mi computadora, de mi… ya nada de eso entraba en la categoría de mi, nada de eso era mío, pensé en exigir que fuera la propia Milena quien me lo pidiera, pensé en exigir una negociación, que se llevaran a los chicos a cambio de… ¿de qué? Terminé de descubrir en ese momento, con verdadero terror, que no había nada de Milena que me interesara, que por primera vez este pedacito de mundo que tenía para mí, aun alquilado, me parecía mucho más mío que todo cuanto había podido construir a su lado. Ese descubrimiento me inflamó el pecho de una extraña sensación, no era alegría, era una especie de exaltación que por primera vez en mucho tiempo reemplazaba a la autoconmiseración con que me había estado viendo a mí mismo en los últimos meses, en los últimos años, para sorpresa de doña Agustina respondí que sí, ...