Un culito de ensueño
Fecha: 19/10/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... del saco, vi salir de ahí una billetera negra con bordes dorados, sacó de entre una pila de dólares, euros y demás los billetes que correspondían a mis emolumentos, los dejó caer sobre la palma de mi mano izquierda y se fue con una indiferencia parecida al desprecio. Esa noche me senté en el balconcito y mientras una bachata lacrimógena me acariciaba las trompas de Eustaquio comencé a leer y a marcar con bolígrafo rojo todo cuanto se pareciera a error de ortografía o de estilo. Me entró un poco de sueño a la décima página, de manera que me fui a dormir para soñar, por enésima vez, con Milena, con los chicos, con una casa con patio donde éramos felices y me desperté transpirado y con los pulmones sin aire. Eran las cuatro de la mañana y no había luz, los mosquitos estaban a punto de volverme loco. Me hubiera gustado fumar en ese momento, pero había dejado el hábito hacía muchos años. Me senté en el balconcito a ver la calle oscura hasta que el sueño me ganó de nuevo. A las siete me despertó la lluvia. Decidí que tomaría café en mi trabajo y, como en mis años mozos, cargué en una mochila mis discos, mi auricular, el manuscrito y calculé cuánto tendría que correr hasta llegar al colmado, desde donde podría montarme en una de las chatarras que me dejarían cerca del periódico. Me prometí por enésima vez que me compraría un paraguas cuando cobrara y entonces, como en un ramalazo, recordé que en algún lugar de mi mochila estaban los billetes que me había dado el escritor aquel. ...
... Ese detalle me hizo olvidar de la lluvia y, cuando me disponía a cruzar la calle, una vocecita me habló desde atrás.
-Saludo, señor, ¿usted es el vecino nuevo?
Me di vuelta y me encontré con una morenita no muy alta, tendría poco más de veinte años, usaba el pelo suelto, tenía ojos enormes y labios carnosos, llevaba puesta una falda negra y una blusa color crema, mocasines negros y una mochila de tela de avión.
-Ah, sí, mucho gusto, me llamo Leandro, Leandro Báez.
-Yo soy Yomairis, vivo en la tercera, arriba, ya usted sabe…
-Oh, muchas gracias…
La chica hizo una seña y uno de los desvencijados autos de transporte público se arrimó al borde de la calle y nos montamos en el asiento de adelante. La sentí apretada contra mi cuerpo en ese espacio insuficiente y me pareció que sobre mi soledad se dejaban caer pesadísimas montañas de arena.
Fue un día gris y tedioso, redacté montones de noticias vacías sobre actividades de los burócratas municipales y edité una página con notas de cine. Eran las seis de la tarde cuando regresé al departamento. Por la vecina de enfrente de la que ya no era mi casa supe que Laura y Pedrito estaban bien, y me pareció una eternidad el tiempo que faltaba hasta el domingo. En el colmado compré queso y galletas, una latita de cerveza, papas y dulce de cajuil. Apenas comencé a subir la escalerita circular hasta mi nuevo refugio noté que alguien descendía. Era de noche y no había luz, pero por el reflejo de los focos de los autos y de las ...