Un culito de ensueño
Fecha: 19/10/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... que bueno y corté la comunicación. Entregué mis páginas y salí a la calle, caminé bajo la lluvia sin molestarme por nada que no fuera disfrutar de mímismo, de todo cuanto hacía, de no tener que preocuparme porque al llegar a casa se mojaría el piso o porque mi ropa pudiera arruinarse o porque podría pescarme una gripe. Esa noche fui al malecón, comí pizza y tomé cerveza en un bar y después volví a casa en taxi y hasta me di el lujo de no aceptar el servicio de una mulata de pechos prominentes y boca sensual que me ofreció compañía. Desperté después del mediodía del sábado y lavé un par de camisas, dos camisetas, mis calzoncillos y mis medias, y decidí tenderlos en la terraza. Cuando, para mi contrariedad, vi que casi todos los alambres estaban ocupados, me encontré a la vecinita, no recordaba su nombre, pero la saludé con toda cortesía mientras pensaba poner mi ropa a secarse sobre la oxidada baranda.
-No se apure, yo le hago un lugarcito, dijo ella mientras amontonaba en el alambre algunas prendas casi secas. Sobre la tubería de uno de los tanques se terminaba de secar un par de conjuntos interiores, una tanga roja con encajes negros en los bordes y una verde con voladitos amarillos. Pensé en ese momento cómo podría caber un cuerpo, o la parte más apetecible de ese cuerpo, en ese pequeño trocito de género. Ella se agachó en ese momento a recoger una blusa que se había caído y temía que su ajustado short se reventara mientras alcancé a ver que llevaba una tanguita negra ...
... sobre cuyo borde se dibujaba el nacimiento de dos glúteos carnosos, como de ébano barnizado. Ahora están aquí, al alcance de mi mano, los tanteo y después me pellizco para comprobar que la que duerme es Yomairis, y que yo estoy completamente despierto.
En aquel momento alguien la llamó por su nombre y al darme vuelta vi a una mujer mayor, que me llevaría unos cuantos años y que seguramente sería su madre. La mujer me saludó y volvió a bajar.
-Si necesita algo… lo que sea, ya usted sabe- dijo Yomairis y se fue detrás de su madre.
Trabajé en el manuscrito hasta llegar a un punto en que mi cabeza ya se había saturado. Pensé en visitar a alguno de mis amigos, pero me acobardaba la idea de que, en todos los casos, tandría que dar demasiadas explicaciones sobre mi divorcio, o en todos los casos terminaríamos hablando de Milena, o eran mis pocas ganas de salir. En ese momento tocaron a la puerta. Me encontré con la mamá de mi vecinita, sonriente, que me traía un tazón de arroz con leche espolvoreado con canela, ese aroma que me traía recuerdos de mi infancia campesina me emocionó un poco, se lo agradecí pero la mujer apenas me escuchó, dio la vuelta y me dijo que el devolviera el tazón cuando pudiera. Por la ventana entraban rumores de bachatas de amargue. Comencé a ordenar mis cosas, finalmente bajé hasta el colmadón y compré una escoba, un suape, detergente para pisos con aroma de pino, dos botellas de cerveza y una bolsa de hielo con la que improvisaría una neverita. ...