Infidelidad en Nochebuena
Fecha: 06/04/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: CVerarde, Fuente: CuentoRelatos
... favor, pórtate bien.
—Sí, sí, lo hago, sólo te estoy dando el masajito. ¿Lo estoy haciendo bien?
—De maravilla —jadee.
Sus dedos eran ásperos, fuertes, una firme remembranza de su época como militar en las fuerzas armadas. La intensidad de sus caricias me mojaron. Mordí el cuero del sillón y mis pezones pronto se me endurecieron. Aníbal estaba encima de mí, sobre mi culo, con su enorme y dura protuberancia enterrándose entre el medio de mis nalgas, sobre mi vestido.
Las hormonas me ardieron por dentro y poco a poco comenzaron a estallar.
—¿Todo bien? —quiso saber.
—S…í… todo… bien…
Lo sentía pesado contra mí, era como si su dureza ansiara traspasar su pantalón y enterrarse entre el hueco que separaba mis dos nalgas.
Después de lo que había ocurrido con él hace dos días, todas las fibras nerviosas de mi cuerpo se hallaban encendidas; estaban sensibles, siempre a la expectativa.
—Tu pulso se ha acelerado —me dijo cuando tocó las pulsaciones de mi cuello.
—No sé por qué será —vacilé, manteniendo los ojos cerrados.
Desde esa noche me mojaba con facilidad, hasta estilar, y mis deseos de amasar mis pechos y estirar mis pezones, introduciendo un plátano grueso en el interior de mi vulva, era voraz.
—¿Lo sientes, Livia… lo sientes?
Se refería a su duro bulto.
—Sí…
—Esto es lo que me provocas —me acusó.
Y ahí estaba yo, con mis enormes y gordos pechos aplastados contra el cuero del sofá, mientras mis dientes mordían la funda del cojín ...
... para evitar expulsar gemidos que me pusieran en entredicho ante el hombre que se había quedado afuera a cuidarnos los flancos.
—Mmmh —jadeó él.
Simulé extenuación, para no hacerme cargo de los errores que estaba cometiendo. Simulé olvido, para evitar hablar de esto en el futuro. Simulé indiferencia, para no sentirme culpable de estar en la casa de la familia de mi futuro esposo, mientras el marido de su hermana restregaba su miembro endurecido sobre mi culo.
—Ufff —no pude evitar gemir.
Me arrepentí al instante. Esperé que mi acometedor no se hubiera dado cuenta de mi excitación, pero ya era demasiado tarde.
—Estás… que revientas, mi amor.
Me pregunté si de verdad le gustaba, o sólo era el morbo que le generaba ser la novia de su cuñado, mi cuerpo, mi cara y mi voz. Mis burdas insinuaciones. Todo lo que habíamos hablado o vivido entre los dos nos había puesto en una predisposición para esto que estaba ocurriendo ahora.
La tensión sexual había sido real, desde el principio. Y me daba miedo, Dios mío, me daba muchísimo miedo un día no tener la fuerza de voluntad para refrenarme y dejarme ir a donde sea que él y la lujuria me llevaran. Y, sin embargo, pensé en Raquel humillándome «tú no tienes cabida en nuestra foto familiar», pensé en Jorge y en la primera cena a la que me había llevado con su familia, diciéndome «¿cómo puedes ser tan burda, Livy? ¡Esa ropa que llevas puesta que hace ver muy mal!» Y pensé en esa estúpida de Renata de Valadez.
Y me importó ...