Infidelidad en Nochebuena
Fecha: 06/04/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: CVerarde, Fuente: CuentoRelatos
... polla, que palpitaba debajo de su pantalón sobre la tela de raso de mi vestido.
Extendió sus brazos hacia delante y frotó mi vientre. Y yo jadee, sintiéndome cerdísima.
—¿Quieres que vaya por algún analgésico? —me ofreció con otro susurro, y casi sentí su lengua húmeda serpenteando en mi lóbulo.
—No… sólo quiero perm… anecer un mome… nto aquí… recostada —señalé como pude el sofá que estaba a nuestro lado.
—¿Te molestaría si te ayudo a liberar un poco la tensión, princesita?
—No… claro… hazlo… por favor —cedí a sus encantos.
—¿Confías en mis manos, preciosa?
—Completamente.
Aníbal se apartó de mí, me ayudó a sentarme en el sofá y se dirigió a la puerta, cuando oímos que alguien se acercara. No tuve el valor de mirar hacia afuera, aunque me tranquilicé cuando mi acompañante le decía al recién llegado algo como «no estamos aquí, estamos en cualquier parte, pero no aquí». «Sí, señor» respondió el hombre como si fuese el respondo de una oración «Cubre mis flancos» le dijo mi concuño como final a su empleado de confianza.
Y Aníbal entró de nuevo a la vinatería, cerró la puerta con pestillo desde adentro y me dijo:
—Recuéstate boca abajo, cielo, en el sofá.
El pecho me palpitó muy fuerte.
—¿Cómo?
—Voy a darte un masaje —me dijo, acercándose a mí.
—Aníbal… yo…
—Sólo tenemos unos minutos —me advirtió.
Y miré la hora en mi teléfono y suspiré.
—Aprovechémoslos, entonces —no sé por qué le dije aquello.
Me obligué a pensar que con tan ...
... poco tiempo a nuestro favor, iba ser imposible claudicar de nuevo a la lujuria. Sólo sería un masaje y volveríamos. Nadie podría sospechar.
—Gracias por el vestido —le dije, cuando me recosté boca abajo en el sofá y acomodé mis enormes senos en la tapicería—, es precioso.
—Un vestido lo hace lucir la portadora, no la prenda en sí, querida niña, y tú lo haces destacar extraordinariamente. Todas las miradas están puestas en ti —me halagó.
Cerré los ojos cuando sentí que los laterales del sofá se hundían, pues Aníbal estaba colocando sus rodillas a mis costados, una a cada lado de mis piernas. Y un escalofrío me obnubiló.
—No pretendía llamar la atención —admití avergonzada, pensando en la incomodidad de Jorge.
—Tú llamas la atención con vestido o sin él. No quiero imaginarme lo que sería que te viesen desnuda.
Cuando menos acordé, sus dedos ya recorrían mi espalda desnuda, en tanto su entrepierna comenzaba a acercarse a mis nalgas, que estaban puestas debajo de él, apuntando hacia su bulto.
—A tu mujer le daría un infarto —intenté reír, para pensar en otra cosa.
—Ya le ha dado el infarto al saberte la más hermosa de esta noche.
—Y como venganza no se ha cansado de humillarme delante de sus amigas —la acusé—. El odio que siente hacia mí se robustece día con día.
—Es que te has comido a su marido, ¿te parece poco? —se echó a reír.
—Ella me odia desde antes de que «te comiera» —le recordé.
—Ufff. Qué rico ha sonado eso, cariño.
—Aníbal, por ...