1. Infidelidad en Nochebuena


    Fecha: 06/04/2024, Categorías: Infidelidad Autor: CVerarde, Fuente: CuentoRelatos

    ... que mi seno se escondiera de nuevo. El otro pecho permaneció oculto, pero igual de caliente.
    
    —¡Qué tetas tan gordas y duras tienes, preciosa!
    
    Advertí la caldosa cabeza de su verga ingresando despacio sobre mi estrecho agujerito, que lo recibía acuoso, caliente, estilando. Con una de sus largas manos me sujetó de una nalga, y con la otra me estrujó el único seno que colgaba por el lateral de mi vestido.
    
    Y continuó invadiéndome; y su enorme longitud y circunferencia se enterró sin descanso, acalorándome el coñito y engrosándomelo. Mi espalda se arqueó hacia abajo por inercia mientras me llenaba de su polla, y mis gemidos no pudieron controlar la poderosa necesidad que había de expresar mi satisfacción.
    
    —¡Oh por Dios, papi, papi! ¡Aaahhh!
    
    Metió un dedo a mi boca para aplacar mis aullidos de perra lasciva, sin éxito; luego dos, luego tres, y cuando fueron cuatro mi lengua comenzó a lamerlos por impulso, llenándolos de saliva, de vez en cuando mordisqueándolos.
    
    —¡Hummhg! ¡HumHhhg!
    
    —¡Pfff! —bufaba mi concuño mientras me follaba.
    
    Sacó los dedos de mi boca y luego los sentí hurgando mi empapada vagina. Los metió hasta mojarlos y nuevamente me los entregó a mi boca para que volviese a probar el sabor de mi sexo.
    
    Y se reanudaron las fuertes metidas, y sentí sus huevos chocando contra los gajos de mi vagina, notando cómo ante cada estocada, pequeños goterones de mis jugos se expulsaban desde mi útero, mojando la madera con que estaba forrado el suelo.
    
    Y ...
    ... comencé a menear el culo, en hondas, para que su verga se restregara por todo el interior de mi vagina. Las oleadas de sensaciones que surgieron en mi interior se irradiaron hasta mis entrañas, mi vientre, y fue subiendo hasta mis pechos, mis pezones, que parecían querer explotar de lo pétreos que se encontraban.
    
    Mi amante continuó horadándome y yo seguí moviendo mis caderas, para enterrármela hasta adentro, para sentir mayor placer. Ladee mi cabeza hacia atrás y lo vi con la cabeza echada hacia atrás, con la corbata restirada, su boca entreabierta, sus ojos cerrados, su nariz aspirando todo el oxígeno que podía y su cuerpo en un estado permanente de excitación.
    
    El chapoteo de mi acuoso coño al contacto de las penetraciones de su caliente verga se unió a nuestra sinfónica de gemidos. Y el cosquilleo de mi sexo se incrementó. Pronto vinieron solas las convulsiones, propiciadas por las oleadas de placer, seguido de ese peculiar deseo femenino de querer orinar justo cuando se acerca el orgasmo.
    
    Las estrujadas de tetas, las metidas de verga sobre mi coño, y el morbo de saber que nuestras parejas nos esperaban afuera propiciaron que me doblara de rodillas tras un poderoso orgasmo que hizo estremecer mi cuerpo y la barra misma, provocando que tres botellas se tambalearan y se estrellaran contra el suelo.
    
    —¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! —gemí.
    
    —¿Todo bien, señor? —gritó el hombre que cuidaba afuera.
    
    —¡Todo perfecto, Ezequiel! —se carcajeó Aníbal, casi al mismo tiempo que me ...
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