1. Infidelidad en Nochebuena


    Fecha: 06/04/2024, Categorías: Infidelidad Autor: CVerarde, Fuente: CuentoRelatos

    ... susurraba—. Yo también me corro, mi pequeña… me corro…
    
    —¡Córrete fuera de mí! —le advertí, intentando recuperarme de semejante orgasmo.
    
    —¿Lo va a desperdiciar? —Se refería a su semen, por supuesto.
    
    —No voy a tomarme otra vez la píldora del día siguiente —me quejé, apaciguando los temblores de mis muslos y mi vientre.
    
    —Entonces… trágatelos… mi niña…
    
    —¿Qué?
    
    —¡Que te tragues mi leche!
    
    Después de mi escandalosa corrida, sentí que todo lo que pasara después ya era ganancia. Mis piernas seguían temblando, así que cuando menos acordé, me hallaba de rodillas delante de él (por fortuna los cristales de las botellas rotas estaban del otro lado de la barra, aunque el líquido estuviese esparciéndose hacia donde yo me encontraba) con mi boca abierta y la lengua de fuera a la altura de su polla.
    
    Los lechazos expulsados de su glande impactaron directo en mi garganta, pues cuando advertí sus bufidos adiviné que ya estaba por correrse y me la metí en la boca. Lo que menos se me antojaba era que su esperma cruzara mi cara y arruinara mi elaborado maquillaje. Además no había mucho tiempo para volverme a maquillar.
    
    —¿Señor? —dijo el hombre de afuera—, me temo que la señora comienza a preguntar por su demora.
    
    —Ve y dile, sin que nadie te escuche, que mi demora se debe a que rompí por accidente varias botellas y estoy limpiando el desastre. Asegúrate de que te cree y vuelve de nuevo a tomar tu lugar.
    
    —Como diga, señor.
    
    Minutos después ya me estaba alisando la ...
    ... tela inferior de mi ajuar, tras haberme ajustado mis tetas dentro de mi vestido. De prisa extraje mi pequeño neceser de cosméticos para retocar mi maquillaje, sobre todo el labial, que lo tenía completamente arruinado. Más tarde, mientras ajustaba la corbata de Aníbal, sus manos inquietas comenzaron a estrujarme el culo.
    
    —Ufff, mi niña traviesa, tienes un culotote de infarto. No me canso de tomarlo, de desearlo, de querérmelo comer y de aplastarlo todo el tiempo.
    
    —Deja mis nalgas en paz, Aníbal, que me vas a volver a desajustar mi vestido. No, no, ya no me beses, con el trabajo que me costó limpiarte. Además… no quiero que mi aroma quede en tu ropa o en tu piel. Con el trabajo que me costó quitártelo con la toalla húmeda de vino.
    
    —Ya huelo a ti, preciosa; huelo a tu perfume, a tu sudor femenino, a tu boca, a tu sexy aliento y, sobre todo, a tus caldos vaginales.
    
    Suspiré cuando corroboré que el cuñado de mi novio no tenía labial en su cuello, en su saco ni en su camisa, que encima era blanca.
    
    —¿Nos vamos? —le dije respirando hondo.
    
    —No por placer —me dijo, dándome una última nalgada—, que si por mí fuera, me quedaría aquí cogiéndote toda la noche.
    
    No dije nada. Tragué saliva, y los nervios comenzaron a abordarme. Lo único que me faltaba es que Raquel no se hubiera tragado la justificación de nuestra tardanza, que Jorge comenzara a sospechar cosas raras; o que algo mal puesto, pintura o aroma, delatara nuestra infidelidad.
    
    Habíamos pisado la línea roja, y ...