Amigos de la niñez
Fecha: 23/04/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... meneando las caderas mucho tiempo. Salva me seguía sin demasiado ánimo. Pronto se escaqueó.
—Voy a por una copa. ¿Vienes o me esperas aquí?
—Te espero. Tráeme un ron con Coca—Cola.
—Vale, enseguida vuelvo.
Estuve un rato bailando una canción de Tequila cunado me percaté que tres chavales se me arrimaban cada vez más. No tardaron en intentar ligar conmigo.
—Hola guapa, ¿estás sola? — ¡qué cutre! Desde luego no se lo había currado mucho.
El que se dirigió a mí con tan ingeniosa frase tendría unos dieciocho años, sus amigos tendrían unos quince o dieciséis.
—No, estoy con un amigo.
—Yo no te dejaría sola — el galán demostraba tener más repertorio.
Pasé de ellos esperando que me dejaran tranquila, pero me rodearon insistiendo. A pesar de estar en medio de la plaza llena de gente, me sentí un poco acosada. Cuando intenté salir para buscar a Salva me impidieron el paso. Afortunadamente mi amigo llegó en ese momento. Con una copa en cada mano se coló entre los dos más pequeños y me rodeó con los brazos. Agradecí enormemente su presencia hasta que, para dejar claro que estábamos juntos, me besó.
Me quedé petrificada, solo sentía los suaves labios de Salva contra los míos. Cuando se apartó y volvió a besarme, mis manos rodearon su cintura y me apreté contra él, participando ahora del beso. No usamos la lengua, pero nos besuqueamos durante mucho tiempo, años quizá. Cuando nos separamos estaba sofocada, pero al ver su sonrisa le correspondí con otra. Miré ...
... alrededor y los chicos ya no estaban. Cogí a Salva del brazo y salimos de la pista de baile.
—¿A qué ha venido eso? — le pregunté después de cogerle una copa y dar un buen trago.
—Creo que necesitabas ayuda.
—¿Y esa es tu forma de ayudarme?
—¿No te ha gustado? — me preguntó con picardía.
—Sabes que sí — confesé.
—Pues todo está bien, creo que ya no te molestarán más.
No contesté y bajé la cabeza, pero no pude evitar una sonrisa.
Nos tomamos la copa charlando tranquilamente. Luego bailamos un poco más. Cuando cantaron algunas canciones lentas bailamos muy pegados. Los brazos de Salva en mi cintura se sentían bien. Apoyé la cabeza en su hombro y me dejé llevar disfrutando del momento.
Como a la una de la mañana nos encontró mi madre. Nos habíamos sentado a una mesa y tomábamos una copa hablando con las cabezas muy juntas.
—Chicos, la abuela está cansada y queremos irnos — nos dijo.
—Claro, mamá.
El camino de vuelta fue estupendo. Cansados, todos permanecimos en silencio. Salva me rodeó los hombros con su brazo y yo me recosté contra él. Sentí llegar al pueblo tan pronto. No pude despedirme de él como hubiera querido porque mi madre le llevó a su casa en el coche, pero antes de bajarme me dio un beso suave y rápido en los labios que me supo a gloria.
Igual que esa noche no me preocupé por mi situación con Salva, cuando me desperté por la mañana no pude pensar en otra cosa. Le daba vueltas y vueltas a si permitirme profundizar la relación o ...