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Amigos de la niñez
Fecha: 23/04/2024, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... está frio ya no tanto. —Venga, un bañito y a comer — se levantó y me tendió la mano —, que con el ejercicio me ha entrado hambre y tengo que reponer fuerzas para otra ronda. —No sé si te has ganado otra ronda — contesté maliciosa. —Jajaja, sabes que sí. Pones una carita preciosa cuando te corres. —Calla, idiota, a ver si te crees que tú no enseñabas los dientes. Entre risas nos dimos un baño, luego nos vestimos y comimos. No disfrutamos de otra ronda. Fueron dos. La primera con los dos sentados y muy juntitos y la segunda le cabalgué. Ciertamente me gustó más la primera. Me pareció más íntimo y amoroso. Cuando volvíamos a casa no pude evitar que se me escaparan unas lagrimitas. Salva me agarró preocupado. —¿Estás bien, Rosa? ¿Te pasa algo? —No, nada. —Cuéntame, algo te pasa si lloras. —Es que estaba pensando en lo que será cuando me vaya. En unos días volveré a casa y no te veré — no quería confesarle que me estaba enamorando. Él no había hecho ninguna mención al amor entre nosotros. —Bueno, está claro — me dijo como si fuera obvio —. Tú eres mi novia, ¿no? —¿Por qué? — conseguí balbucear. —Porque te quiero — me agarró las mano mirándome a los ojos —. Desde el momento en que te vi sentada a la puerta de la casa de tu abuela lo supe. Eres mía. Me derretí mientras el corazón se me paraba y luego volvía a funcionar en modo acelerado. —¿Me quieres? —Claro, ...
... con locura. Ya te quería a los doce años, pero era muy pequeño para darme cuenta. Ahora sí lo sé. Te quiero. Y no pienso dejarte escapar. Bueno… ¿tú me quieres a mí? Sin contestar me aferré a él y le besé. El beso supo salado, pero no podía dejar de llorar. —¿Y cómo vamos a hacerlo cada uno en su ciudad? —Eso es fácil. Nos veremos los fines de semana, tampoco estamos tan lejos. Unas tres horas en coche. El curso que viene intentaré cambiarme de universidad y podremos estar juntos todos los días. Mientras tanto tenemos el móvil y el ordenador. —¿Tú crees que funcionará? — pregunté esperanzada. —Seguro. Ni se te ocurra pensar que te dejaré escapar. Retomamos el camino ya más animada. Podríamos intentarlo. Solo tendríamos que aguantar un año hasta reunirnos en la misma ciudad. —Además — dijo —. Siempre he querido probar el sexo a distancia. Le miré hasta que se echó a reír. Volvimos al pueblo abrazados, parando a menudo para besarnos. Cuando pasaron los quince días y tuvimos que regresar pedí a mi madre y a mi abuela que me dejaran quedarme en el pueblo hasta el final del verano. Ninguna se sorprendió. Prolongué mi estancia todo lo que pude. Cuando nos tuvimos que separar Salva y yo ambos estábamos profundamente enamorados. Lloré hasta quedarme sin lágrimas, pero tenía confianza en nosotros y sabía que nuestra relación era fuerte. No dudaba de que lograríamos superar el primer año.