Amigos de la niñez
Fecha: 23/04/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... señora — dijo muy educado Salva levantándose.
—No te levantes, que no hace falta. Rosa, ya es la una, ¿no te vas a acostar?
—Sí abuela. Enseguida entro — contesté.
—Vale, no te olvides de cerrar la puerta. Tu madre ya está en la cama. Hasta mañana, hijo.
—Hasta mañana, señora.
Mi abuela se metió dentro y yo también me levanté. Me apenaba retirarme con lo bien que lo estaba pasando con Salva, pero tendría quince días para estar con él.
—¿Qué hacemos mañana, Rosa?
—¿Qué se puede hacer en este pueblo?
—Mañana te recojo a las once. Te voy a llevar al mejor sitio de los alrededores.
—¿Al pinar?
—Veo que estás al tanto de las visitas turísticas principales.
—Jajaja. Creo que solo hay esa.
—En efecto, así que mañana mismo te llevo, jajaja.
—Vale, tontorrón. A las once te espero.
—Duerme bien, Rosa.
Me besó en la mejilla y se fue para su casa. Yo entré en la mía con una sonrisa. Al parecer, mi horrible verano estaba mejorando.
Por la mañana desayuné con mi madre y mi abuela. Las dos estaban contentas de que hubiera encontrado a Salva, sobre todo mi madre. Pensaba que así no me quejaría tanto por estar allí, y tenía razón. Con mi amigo de la niñez no tendría que estar todo el día metida en casa agotando la batería del móvil. Me puse una camiseta, pantalones cortos y zapatillas y esperé a las once. Salva llegó poco antes. Le presenté a mi madre y nos fuimos para el pinar. Era un camino de unos dos kilómetros y fuimos hablando y riendo, ...
... recordando más tonterías de cuando éramos chicos. No había sido consciente, pero ahora recordaba lo bien que me lo pasaba con los tres. Comenté con él lo buena que había sido nuestra infancia, en esa época en que no tenías responsabilidades ni preocupaciones por el futuro habíamos disfrutado muchísimo del grupo, de nuestra amistad sincera y generosa.
Llegamos al pinar cuando el sol empezaba a calentar y se agradeció la sombra que proporcionaba. Estuvimos un par de horas explorándolo. Era bastante grande, recorrido por algunos senderos que utilizaba la gente del pueblo para recoger leña o níscalos en otoño. Vimos un montón de especies de pájaros, ardillas y algún conejo. Cada vez que localizábamos algún animal, gritábamos eufóricos por verlo antes que el otro. Increíble, pero me estaba divirtiendo. A pesar del frescor que nos daba el follaje acabamos sudando. El verano en el pueblo era muy caluroso.
—Ven, vamos a un sitio que conozco — me dijo Salva.
—Vale, pero necesito un descanso.
—A eso vamos.
Salva nos metió por un sendero casi oculto por la vegetación y en diez minutos llegamos a un arroyo. Al ser verano no corría mucha agua, pero unas rocas restringían el paso del agua y se había formado una pequeña charca.
—Ahora me acuerdo — exclamé —. Aquí veníamos algunas veces a bañarnos.
—El mes que viene prácticamente no correrá el agua, pero todavía queda algo.
Me arrodillé en la orilla para refrescarme. Me lavé la cara y me mojé el cuello y los brazos. ...