Amigos de la niñez
Fecha: 23/04/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... estaba halagada, contenta de resultarle atractiva.
—Ya estoy. ¿Volvemos?
—Sí, tengo hambre.
—Yo también.
Volvimos cogidos de la mano. En la mano libre llevaba el sujetador, absurdamente intentando ocultarlo de Salva. Me resultaba extraño ir sin él puesto. Mis senos eran grandes, no es que fuesen enormes, pero sí lo suficiente para que se balancearan al caminar. Al principio estaba cohibida por las miradas de mi amigo, pero decidí tomar el toro por los cuernos.
—¿Vas a seguir mirándome las tetas? — pregunté deteniéndome.
—Si no te importa, sí — me dijo con desparpajo —. Si te molesta reuniré toda mi fuerza de voluntad e intentaré evitarlo.
Su respuesta me dejó perpleja. ¡Qué morro tenía! Sin embargo su sinceridad me impactó positivamente.
—Eres un salido, Salvita. Pero ¿sabes qué? No me importa. Mira lo que quieras.
De forma desenfadada posé para él. Eché los hombros atrás, saqué pecho y giré para que me admirara lo que quisiera. Salva no apartaba los ojos y tenía una sonrisa enorme. Llegué incluso a estirar la camiseta para que se apretara sobre mis senos.
—¿Bien? — le dije de guasa.
—Genial, mejor que con catorce años.
—Jajaja, cuando yo tenía catorce tú tenías doce y solo querías pelear conmigo — repliqué reanudando el camino.
—Te voy a confesar una cosa, aunque tuviera doce a ti te estaban creciendo las tetas y ya te miraba de reojo.
—¿Ah sí?
—Sí, no me entiendas mal, creo que era curiosidad más que otra cosa.
—Y lo de ...
... ahora, ¿es curiosidad también?
—Y mucha, creo que para mi salud mental deberías enseñármelas y así me lo quitaría de la cabeza.
—Jajaja, lo llevas claro.
Entre carcajadas y empellones cariñosos volvimos a casa. Salva me dio un beso y quedamos en vernos por la tarde.
Después de comer me eché un rato. No necesitaba dormir, pero me venía bien descansar después de toda la mañana andando y aproveché para contestar mensajes. Me reí cuando recibí una foto de un chico desnudo que mandaba la pícara de mi amiga Julia con un comentario picante. Se me ocurrió una maldad. Descargué tres fotos de chicas en topless de internet y les recorté la cara. Luego añadí una mía. En el espejo me hice una foto sin camiseta mostrando únicamente las tetas desnudas sin que se viera que era yo. Sin pensármelo mucho para no arrepentirme se las mandé.
“Por tu salud mental” — escribí.
A los pocos minutos me devolvió el mensaje. Me había adjuntado la foto de un chico desnudo con un miembro pequeñísimo, tenía que ser un montaje. Me había escrito : “La mía es un poco más grande”. Me reí y corté la conversación. Tampoco quería que las cosas se salieran de madre.
Al anochecer acudió Salva y fuimos a la plaza a tomar una cervecita. Solo con nuestra presencia bajó la edad media de los que estaban en unos cuarenta o cincuenta años. Nos sentamos en una mesa del bar y estuvimos hablando hasta que cerraron. Tenía razón mi abuela, cuando se ponía el sol se estaba a gusto. Camino de casa salió el tema de ...