Llamando al futuro por el nombre equivocado.
Fecha: 29/04/2024,
Categorías:
Anal
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... con abundantes chorros de su espeso y blanquecino semen, dibujándosele la misma sonrisa que tan inexplicable alegría me produjera en el bar, haciéndome pensar en cosas para las que ya era demasiado tarde.
¿Ahora sí me vas a decir cómo te llamas? – inquirió antes de entregarme una pluma y una hoja que corrió a buscar justo después de su corrida – Puedes apuntarlo aquí junto con tu teléfono.
Está bien – le dije escribiendo en el papel y sonriendo por primera vez, no sólo en la noche sino en mucho tiempo.
Cuando le devolví los utensilios, me ayudó a ponerme de pie y me pidió que nos acostáramos al menos por un rato. Fue tanta su insistencia y tan conmovedora la ternura en su mirada, que acepté y rasqué su cráneo hasta que se quedó dormido, momento que aproveché para escapar de las sensaciones que al verlo a mi lado, desnudo y con los ojos cerrados me comenzaban a invadir, esas mismas sensaciones que al no ser por otro correspondidas, que al ser antes ignoradas me condujeran en un principio hasta aquella cantina y después me hicieran confundir con algo pasajero lo que podría haber sido eterno pero ya no habría oportunidad de comprobar. Me vestí y me marché del lugar, no sin antes soplarle un beso en el que se esfumó la poca humanidad que aún me restaba.
Ernesto despertó y estiró el brazo esperando encontrarse con el cuerpo de esa mujer cuyo nombre todavía desconocía, pero ésta ya no estaba, se había ido a la mitad de sus sueños. Un tanto decepcionado, saltó del ...
... colchón con la intención de buscar esa nota que le devolviera la sonrisa. Sintiendo como el frío del suelo entraba por la planta de sus pies y viajaba por su columna en forma de un escalofrío que le transmitía malos augurios, caminó hasta dónde la hoja se encontraba tirada y la recogió para de inmediato leer lo que en ésta estaba escrito. De entre sus ropas sacó su celular y marcó el número impreso sobre el papel. Luego de unos segundos, la voz de una anciana le respondió la llamada.
¿Bueno? ¿Quién habla?
¡Buenos días, señora! Me llamo Ernesto y busco a Daniela, ¿puede comunicarme con ella? ¡Por favor!
¿Con quién dices que quieres hablar, muchachito? ¿Con Daniela?
Sí, señora, con Daniela.
Aquí no vive ninguna Daniela.
¡¿Cómo que ahí no vive ninguna Daniela?! ¿Está segura?
Claro que estoy segura. Estoy vieja, pero no pendeja.
…
¿Bueno?
Perdón, señora. He de haber marcado mal el número. Disculpe las molestias.
No hay cuidado, hijito. ¡Que tengas un buen día!
Gracias. Igualmente.
Con los ojos empapados de llanto, Ernesto arrojó el teléfono contra la pared. El aparato se desbarató en pedazos que jamás habrían de juntarse, justo como todo en su vida. Sin ganas de trabajar, sin ánimos de hacer nada, se puso un traje limpio y salió en busca de una mujer con la cual desquitar su coraje, una puta barata sobre la cual pudiera descargar su rabia por módicos doscientos pesos, una de esas viejas gordas, prietas y feas que a plena luz del día se pasean por ...