El calor y la ocasión
Fecha: 04/05/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Chicles, Fuente: CuentoRelatos
Hace unos días, hice un comentario en el relato “Las coincidencias colaterales”. Después que leí la publicación me quedé pensando en que no es completamente cierto lo que comenté allí:
“Es padrísimo andar cogiendo, pero siempre cuidándose y cuidando a los demás (eso incluye a la pareja y a los cornudos), no sólo de enfermedades de transmisión sexual, sino también de embarazos no programados. Al menos a mí no me ha pasado, que yo sepa...”
Más bien sí es completamente cierto, porque… Mejor les cuento lo que me pasó cuando tuve que ir a una pequeña ciudad cercana a la capital de Yucatán para observar una elección sindical de mi gremio y su proceso. Después de haberme instalado y presentado, debía ir a Mérida ese día.
Dejo el link del comentario:
https://www.cuentorelatos.com/relato/las-coincidencias-colaterales/
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Aun no son las diez de la mañana y el calor es sofocante en este lugar, llego a la llamada "terminal", el local donde expenden los boletos, con quince minutos de anticipación a que pase el camión. En el local de 25 m2 hay dos bancas y un televisor que, en volumen muy alto, nos informa sobre "cómo establecer el balanceo energético con nuestra pareja".
La dependiente me sonríe y deja asomar el perfil de la parte baja de su cuerpo por el hueco que hace de puerta del mostrador, examino extasiado ese perfil y lo recorro detenidamente desde sus sandalias. Las curvas por donde viaja mi mirada embriagan a mis pensamientos pues llevo una abstinencia de ...
... carne algo prolongada. Ella se da cuenta de la erección inmediata que deforma la caída en la tela del pantalón y recibo los destellos de sus ojos al ensanchar la sonrisa. Le correspondo de igual forma.
Solicito un boleto para Mérida y, a cambio, recibo un boleto y un octosílabo que parece la conclusión de una bomba (canciones locales con versos picarescos) "hasta allá, son… veinte pesos". Entiendo su pausa y vuelvo a sonreírle. Al abrir mi cartera pienso que me alcanza para llegar mucho más lejos.
A pesar de la alegría y el deseo que me trasmite la mirada de la mujer que me vendió el boleto, me da gran tristeza su preferencia televisiva y decido salir del local para comprar un periódico.
En pocas horas estoy de regreso en la pequeña ciudad. Después de descansar un poco —media hora en la cama—, bañarme y cambiarme de ropa, salgo a buscar a mis compañeros. Pero ambos grupos están sesionando para ajustar sus propias estrategias. Así que como solo en el puesto del mercado. Allí pregunto si conocen a alguien que puede lavar y planchar mi ropa. La dueña del negocio me dice que una de sus empleadas conoce a alguien, y le habla a su ayudante; ésta es una joven alta, de porte muy sensual que usa vestimenta ligera para facilitar la transpiración que provocan el trabajo en la cocina y el calor del medio en general. “A ver si quiere llevársela a su suegra, porque no se llevan bien”. Al saberla casada deduzco que está en periodo de lactancia ya que, al no traer sostén, el volumen ...