1. Con su blanca palidez


    Fecha: 04/05/2024, Categorías: Sexo Interracial Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... exactamente lo que estaba pasando desde hacía un buen rato, desde que empezó aquel carrusel de persecuciones y fintas. Ella le encelaba con pequeños roces y caricias, pero sin dejarle nunca saciarse. En una ocasión había conseguido sujetarla, abrazarla y besarla durante unos segundos, sentir labios contra labios, pecho contra pecho, vientre contra vientre, muslos entre muslos… Pero la muchacha se había escurrido de su abrazo como un pez y había vuelto a huir de él, dejándole con más ganas que antes, a pesar de su aliento.
    
    Le dolía el tobillo. Y los testículos, del rato que llevaba excitado, sin descargar. ¿Hasta cuándo iba a durar aquel juego? La tenía medio acorralada, pero se sentía fatigado y se apoyó en un árbol a descansar un poco. La postura le trajo recuerdos que prefería olvidar…
    
    El amo Tembo llevaba dos días enfermo y estaba cada vez peor. Por eso, cuando le llamó pidiéndole ayuda para incorporarse y, recostándose contra un árbol como aquél, le tendió la pistola, supo sin palabras lo que le ordenaba. «Apunta bien. Sólo queda una bala», le dijo mientras con sus manos delimitaba en su pecho la posición de su corazón. Quería morir de pie, de un tiro en el corazón. Como los hombres.
    
    Kalu miró a su amo a los ojos, amartilló la pistola, y disparó… a su entrepierna. El amo Tembo cayó al suelo retorciéndose y llevó sus manos a la zona, que se había cubierto de sangre. Sus alaridos ahogaban las maldiciones. El muchacho, extrañamente sereno, se arrodilló ante su amo ...
    ... y le dijo con voz neutra: “Por Andriy”… y, con una frialdad de la que nunca se habría creído capaz, tomó la pistola por el cañón y a pesar de quemarse con él, empezó a golpear, con decisión pero sin saña, la cara del hombre hasta desfigurarla. Cuando el amo dejó de sacudirse y tuvo la certeza de que todo había acabado, se sentó en el suelo y, tomándole de los hombros, recostó la cabeza en su regazo y se echó a llorar, abrazando el cadáver.
    
    Estuvo así mucho rato, llorando en silencio y cuando acabó, no se sintió mejor. El amo era un ser cruel y perverso, él lo sabía mejor que nadie; pero era un hombre y merecía morir como tal, y había confiado en él para morir así. Pero había muerto como un eunuco, retorciéndose por el suelo como un reptil. Había traicionado a un hombre más hombre de lo que él sería nunca, a un hombre que le quería; a su manera, pero le quería… y ¿para qué? Para nada. Andriy estaba muerto, y muerto seguiría.
    
    Los dioses le castigarían por su traición, seguro. “Bueno —pensó displicente—, los dioses iban a castigarlos a todos; según el amo Tembo, el castigo ya estaba en camino, así que… Pero, ¿cómo iba a aplastarlos el cielo?”. No es que creyera que el amo era estúpido, pero aquello le sonaba a fábula para niños, aunque había podido comprobar que todo el mundo parecía darla por cierta. No lo entendía, pero en cualquier caso, acababa de matar a la única persona que podía explicárselo mejor.
    
    Ya no tenía amo. Estaba solo.
    
    “¿Qué había sido de su decisión ...
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