Con su blanca palidez
Fecha: 04/05/2024,
Categorías:
Sexo Interracial
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... dedos de su cara, así que levantó la vista, más para aplacar su desazón que para no ofenderla como la otra vez, pero ver sus tetas desde abajo, a esa distancia, tampoco le alivió demasiado.
El ama se puso a hablar en un tono serio, casi solemne, que le hizo bajar la cabeza, sólo para comprobar, ante su pasmo, cómo restregaba su pubis contra el rostro de él. Sentir el vello púbico de ella enredarse con su barba tuvo en su pene un efecto tan inesperado como demoledor. El ama retrocedió un par de pasos y se quedó en la orilla, esperando su reacción.
Kalu se sintió aterrado. Estaba claro que la muchacha quería lo que él sabía que no podía darle, porque era ‘una mujercita’… Pero entonces, ¿por qué sentía esa zozobra? ¿Por qué, en el fondo de su ser, deseaba poder dárselo? Y su pene también parecía querer… Ella le hizo reaccionar, empujándole y haciéndole caer de espaldas. Cuando se incorporó, había salido por la otra orilla y estaba donde él se había puesto a mear, haciéndole señas de que se acercara.
El muchacho se puso de pie, miró su pene cuasi morcillón y decidió intentarlo. Total… Tiró sus calcetines a la orilla donde estaban sus ropas y se acercó a su ama. A lo que estaba a un par de pasos, ella echó a correr y él fingió caerse al perseguirla; el tobillo le seguía molestando y no le apetecía correr descalzo. La treta surtió efecto: la fugitiva se aproximó y se arrodilló a examinar su tobillo. Él reunió valor y palpó una teta. Le encantó su suavidad y le maravilló ...
... su consistencia. Sin dejar de acariciarla, rozó con la yema del pulgar su abultado pezón y su rugosa areola y comprobó en su pene cuánto le gustaban aquellas sensaciones increíbles.
El ama se retiró de golpe y le dio un manotazo. Él la miró, asustado, pero su rostro no denotaba enfado, sino picardía; antes de que pudiera reaccionar, la joven le besó y salió corriendo. La fetidez del aliento no impidió que la olvidada sensación del roce de otros labios en los suyos le estremeciera. Al ponerse de pie, ella señaló riéndose a la entrepierna de Kalu y éste se percató de su erección. El ama parecía contenta con ella… y él, más.
Andriy debía estar equivocado, porque aunque él no fuera como el amo Tembo, sentía que aquella mujer le gustaba y, sobre todo, le gustaba que le gustara… Sentir su erección y saber que era ella la que la provocaba, le llenó de gozo; era estupendo sentirse ‘macho’, no ‘mujercita’, y confiar en que podría darle a su ama lo que ella quería… Porque ella quería… ¿o no?
Kalu no acababa de entender su actitud. Sabía que estaba jugando, se le veía contenta y parecía tan encantada como él de excitarle y notar los efectos de sus provocaciones cada vez más audaces. Le recordaba los juegos con Andriy a escondidas de Chaswe cuando le enseñaba su idioma, sólo que estos eran sin tapujos, pero si ella era el ama… ¿por qué le negaba lo que le ofrecía, para volver a ofrecérselo un instante después, cuando nadie les prohibía satisfacer su apetito?
Porque eso era ...