1. Con su blanca palidez


    Fecha: 04/05/2024, Categorías: Sexo Interracial Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... siempre. Y tenía que dejar que al amo Tembo se vaciara en él cuando venía, lo que algunas noches fue más un placer que un deber. Y sonreírle, sonreír siempre, con ganas o sin ellas, porque decía que su sonrisa le aliviaba su alma herida.
    
    Pero en aquel chalet se sabía a salvo, protegido, custodiado, y no tenía que preocuparse por nada más. Con el amo, nunca pasó hambre, ni frío, ni tuvo miedo de los extraños, con los que nunca tuvo trato. Así había crecido, seguro en su prisión, y ahora la azarosa independencia le venía abrumadoramente grande.
    
    Cuando acabó de vendarle, la pálida volvió a marcharse y regresó enseguida con una botella de un líquido azulado y una caja de galletas, a juzgar por lo que vio en la tapa. Atado como un animal, y con la sed que tenía, acabó por atragantarse con la bebida y le salió líquido por la nariz. “Aquello no era digno”, pensó; pero no se quejó.
    
    Tras darle de beber, empezó a meterle galletas en la boca; eran bastante insípidas pero, con el hambre que arrastraba, le supieron a gloria. Pronto se puso a jugar con él como si fuera una niña, como hacía Andriy en ocasiones, o el amo Tembo cuando se drogaba; aunque cuando el amo Tembo se drogaba, a veces la cosa acababa mal… Pero ella no parecía drogada. No era una niña, pero tampoco era mayor. Le pareció joven, quizás fueran de la misma edad… o como mucho, de la de Andriy, pero no más.
    
    Y su palidez… ¡cómo le recordaba a Andriy! Él también le ataba a veces, y alguna le alimentó también, ...
    ... atado, antes de alimentarse él de su manjar favorito… El recuerdo le provocó un amago de erección que procuró disimular como pudo.
    
    El amo Tembo no les quería ‘femeninos’, les quería ‘hombres’ y les obligaba a machacarse físicamente, para no estar blandengues. «Mujeres, ya tengo en casa. Quiero notar que me estoy follando a un macho…», les decía. Por eso, tenían en el harén un gimnasio impresionante, digno de cualquier club, como único entretenimiento.
    
    Hubo temporadas en que no estuvo solo en el chalet, pero nunca tuvo miedo de la competencia; al contrario, sabía que el amo lo hacía para que no se creyera demasiado imprescindible, pero estaba muy seguro de ser el favorito y no veía a sus eventuales compañeros como rivales. Excepto con Andriy. Debía ser como mucho un par de años mayor que él (a esas edades, dos años se notaban bastante) y era pálido, el único hasta entonces… y después.
    
    Era orgulloso, fanfarrón y presumido, y se llevaron mal desde el principio. De su enconada rivalidad se beneficiaba el amo, que alimentaba esa competencia para obligar a cada cual a rendir al máximo. Pero había algo en aquel pálido, en su piel, en su forma de moverse, de mirarle, que le atraía y le desconcertaba.
    
    Un día, después de una sesión de gimnasio en la que casi llegan a las manos, Kalu no pudo resistir la tentación de tocar la pálida piel de Andriy mientras éste se duchaba de espaldas a él. Éste se volvió, airado, y sus miradas se cruzaron. Cada uno reconoció en los ojos del otro ...
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