1. La reina (I)


    Fecha: 20/05/2024, Categorías: Dominación / BDSM Autor: El otro yo, Fuente: CuentoRelatos

    ... te ordene lo contrario deberás mantener tu mirada fija en la mía.
    
    El enviado asintió y dejó inerte su mano libre. La soberana sonrió nuevamente. Llevó la mano a recorrer el torso del prisionero, recreándose en su pecho y su ombligo. Estaba agitado y le costaba no bajar la vista a los pechos de su captora.
    
    -Muy bien -le dijo antes de besarlo.
    
    Al separar sus bocas movió ambas manos a su pecho. Ambos gimieron ante el contacto. La reina liberó la otra mano repitiendo el proceso. Con las dos manos sobre sus senos empezó a moverlas despacio.
    
    -Puedes apretarlas –dijo después de unos minutos, gimiendo al segundo por sentir el aumento de presión que el enviado ejercía sobre sus tetas. Estaba disfrutando también del esfuerzo del enviado por no bajar la mirada– Creo que es suficiente por hoy –dijo separándose del prisionero, quien dejó caer muertos sus brazos a su costado.
    
    -Deseo más
    
    -Lo sé. También yo. Pero ya no disponemos de más tiempo. Si te portas bien y me lo demuestras en tu próxima visita satisfaré más deseos tuyos. Puedes dar un último vistazo antes de que arregle mi ropa.
    
    El enviado no desaprovechó la oportunidad de ver nuevamente los grandes pechos de su captora. Llegó a escapársele un “guau” al verlos, lo que hizo sonreír a la reina. Ella se acomodó su vestido y se dio vuelta, fijando su vista ...
    ... en una pequeña cómoda de madera. Se acercó a esta y abrió un cajón, retirando del mismo un objeto que el emisario no alcanzó a ver.
    
    -Casi lo olvido –dijo volviéndose hacia el prisionero– tengo un regalo para ti –levantó su mano derecha, la cual cargaba un extraño artefacto metálico que el joven no reconoció– esto ayudará a tu cuerpo a recordarme –explicó al ver la confusión en su rostro. Se colocó a sus pies e introdujo el miembro del enviado dentro del extraño artilugio –esta llave lo abre y lo cierra– se incorporó y le entregó una fina cadena plateada, de la que colgaba una pequeña llave– colócamela y así mi cuerpo también se acordará de ti. Me es imposible hacerlo con estos guantes –concluyó dándole la espalda.
    
    El emisario intentó acercarse a la reina, pero las esposas en sus pies se lo impidieron “te dije que pronto olvidarías que estabas encadenado” dijo riéndose. Luego se colocó al alcance de su presa, quien le colgó con suavidad la alhaja. Por supuesto que se podría haber colocado la cadena sola después, o incluso podría guardar la llave sin que formara parte de ningún adorno, pero le excitaba que sus víctimas le entregaran por propia voluntad la llave de su placer. Una vez que el enviado acabó su tarea la reina se dio vuelta y lo besó en los labios, despidiéndose de su prisionero y saliendo del calabozo. 
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