1. Mi odiosa madrastra, capítulo 4


    Fecha: 06/06/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... no era la primera vez que sucedía. Esa parte no se la había contado a los chicos, ya que no tenía ganas de aguantarme sus gastadas.
    
    — Para tu información, eso… eso no fue por vos —me defendí yo.
    
    — ¿Ah, no? Bueno, si vos lo decís…
    
    La leche comenzó a hervir. Apagué la hornalla y serví el líquido en dos pocillos.
    
    — No tengo por qué darte explicaciones, pero… —dije, dudando de si era buena idea seguir hablando, pero concluí que era mejor opción a que pensara que había sucumbido a sus encantos—, no estoy acostumbrado a estar tanto tiempo sin… —dije, dejando la frase inconclusa.
    
    — Ya veo. La abstinencia puede ser difícil de sobrellevar. ¿Dónde desayunamos? —preguntó después.
    
    — Yo voy a desayunar en el living, mientras veo una película. Vos hacelo donde quieras —respondí, con sequedad.
    
    — Pero qué chico duro —rió Nadia. Agarró una bandeja, y puso encima de ella los pocillos con leche, las tostadas, y un frasco de mermelada de arándanos—. Yo te acompaño.
    
    — Y que conste que no quiero hablar sobre ese tema con vos —dije, refiriéndome a mi abstinencia sexual—. Si te lo conté, fue simplemente porque no quiero que te hagas ideas equivocadas sobre mí —aclaré, aunque no pude evitar recordar que la última vez que me había masturbado, lo había hecho pensando en ella, al menos por momentos. Y es que me estaba dando cuenta de que no estaba hecho de madera.
    
    — No te preocupes, no tenés que hablar de nada que no quieras. Pero está bueno que nos conozcamos un poco más ...
    ... —dijo.
    
    Agarró la bandeja y pasó al lado mío, rozándome con la cadera otra vez.
    
    — Y otra cosa —dije, siguiéndola por detrás. Debido a la llegada de los climas frescos del otoño, por esta vez llevaba un pantalón elastizada color negro, y un suéter beige. Prendas que la cubrían mucho más que de costumbre, pero que estaban lejos de ser ropas sobrias, pues se adherían a su figura como si fueran una segunda capa de piel. El movimiento de sus caderas era hipnótico, por lo que no pude evitar ver cómo meneaba el orto delante de mí.
    
    — ¿Qué? —preguntó ella.
    
    A pesar de que llevaba la bandeja, había girado con una agilidad y velocidad de las que ya debería estar acostumbrado, pero que sin embargo me tomó por sorpresa, y de hecho, me pescó infraganti cuando estaba monitoreando su trasero, como si fuese uno de esos pendejos pajeros de los que siempre quise diferenciarme.
    
    — Es que… —dije, desviando la mirada a sus ojos, que me observaban con picardía. Estaba claro que había notado mi mirada. Había estado a punto de decirle que no me gustaba que tuviese esa actitud provocadora conmigo, ya que me parecía una falta de respeto hacia papá, pero con lo que acababa de suceder, ella tendría un argumento perfecto para retrucarme y dejarme en ridículo—. No es nada —dije finalmente.
    
    Pero no por primera vez, Nadia pareció leer mi mente.
    
    — No deberías preocuparte tanto por la memoria de Javier —dijo. Apoyó la bandeja sobre la mesa ratona, para luego arrastrar esta última y colocarla ...
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