1. Mis odiosas hijastras (12)


    Fecha: 07/06/2024, Categorías: Hetero Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos

    ... muy poco, yo no era más que una especie de daño colateral en esa guerra que se había desatado entre las chicas y su madre. Y no terminaba de cuadrarme en qué momento habían trazado ese plan que incluía una simulación. Además, aunque creí que Agos había empezado a sentir algo por mí, no podía confiar en ella al cien por cien.
    
    —Bueno. Ya es hora de ir a ver si Sami está bien —dijo Agos.
    
    Era cierto. Sami habría de querer estar sola un momento, pero también era importante que sintiera que estaba siendo apoyada por nosotros.
    
    —Bueno, voy yo —dije.
    
    —Vos no sos el papi. Voy yo —dijo Valentina.
    
    —No pelees por tonterías. Yo también quiero verla —intervino Agos.
    
    Evidentemente mi palabra no valía nada, porque a pesar de que había dicho que no era bueno asfixiarla, ahí estábamos los tres, subiendo la escalera en fila india, con una vela en la mano cada uno. Yo había quedado detrás. Tenía a Valu adelante, y aunque su pantalón de jogging no era precisamente sexy, el tremendo orto de la pendeja igualmente resaltaba en una prenda como esa. Me daba la impresión de que me lo estaba restregando en la cara, moviendo las caderas de un lado a otro, hipnotizándome con ello.
    
    De repente, Valu giró y se encontró con que, en efecto, yo estaba disfrutando del paisaje. Su única reacción fue sonreír descaradamente. Lo cierto era que, quitando a la asaltante nocturna (que aún no sabía quién era), ella había sido con la que más intimidad había tenido, al menos en el plano sexual. De ...
    ... hecho, me había confesado que todo lo que le había hecho mientras fingía estar dormida, había sido consentido por ella, en un acuerdo tácito entre nosotros. Así que no pude contenerme las ganas de estirar la mano para capturar el pomposo culo de esa adolescente imprevisible y despiadada. Agos iba adelante, totalmente ajena a lo que pasaba a unos pasos detrás de ella. Apreté la nalga de Valu, desfrutando de su tersura, con la misma satisfacción con la que un obeso disfruta de una hamburguesa con papas fritas, hasta que ella me la sacó de un manotazo. Pero como vi que no le molestaba que lo hiciera, repetí la hazaña. Manosear ese suave y enorme ojete habría de ser lo más parecido a tocar el cielo con las manos.
    
    Pero tuve que dejar de hacerlo, primero porque ya sentía que mi verga se estaba endureciendo y no quería quedar expuesto ante ellas, y segundo, porque ya estábamos en la puerta de la habitación de Sami. Lo que daría porque esa escalera fuera diez veces más extensa, pensé. Valu golpeó dos veces.
    
    —¡Queeee! —se la escuchó decir con desgana a la más pequeña, desde adentro.
    
    —Queríamos saber cómo estás —dijo Agos, después de abrir la puerta.
    
    Sami estaba en la cama. Era una pequeña muñequita rodeada de la semipenumbra, aunque de todas formas estaba lo suficientemente visible como para reparar en cada detalle que había en ella.
    
    —Bien. Y si no me tratan como si tuviera una enfermedad terminal, voy a estar mejor —respondió.
    
    —¿Por qué no nos contaste nada, enana? ...
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