El convento (II)
Fecha: 09/06/2024,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Marquez X, Fuente: CuentoRelatos
Caía una lluvia torrencial, con rayos y truenos, los tres enfermos ardían en fiebre, todos habían sido despojados de sus ropas y permanecían desnudos bajo su respectiva sábana, cada uno era atendido por una de las monjas médico, todos tenían compresas frías en la frente y medicina de la época.
Laetitia trataba a don Massimo con mucho cariño, no se despegaba ni un momento de él, le decía palabras de ánimo, el pobre hombre de 35 años deliraba, hablaba sobre mariscos, en especial tenía pesadillas con un Kraken, que según él lo quería despedazar.
Horas después, a eso de la medianoche don Massimo parecía que se iba para el otro mundo, dijo unas palabras en latín que preocuparon a la monja Laetitia!
M - Soror, i videre lucem fine cuniculi! "Hermana, veo la luz al final del túnel"
Laetitia estaba desesperada, recitaba oraciones en latín, pero no veía mejora en don Massimo, hasta que le agarro la mano derecha al enfermo, la puso sobre su corazón (mejor dicho sobre su teta izquierda), la reacción del enfermo empezó a cambiar, su rostro era de alegría, abría la boca como queriendo decir algo, pero seguía con los ojos cerrados, la monja Laetitia se entusiasmó y sin quitar la mano de don Massimo de su pecho siguió recitando oraciones, segundos después Laetitia se sobresaltó, pues la mano del marisquero empezó a sobar su seno, al intentar quitarla, vio apesadumbrada que el enfermo deliraba más, así que Laetitia tuvo la ocurrencia de meter la mano de don Massimo por debajo de ...
... su hábito y ponerla sobre su teta, con la inocente teoría de que su paciente se sentiría mejor por recordar de modo inconsciente el seno de su madre cuando era bebé!
Minutos después Laetitia notaba una mejoría en don Massimo que acariciaba la teta izquierda de la monja, por cierto la monja Francesa tenía un par de melones grandes y firmes a sus 18 años, Laetitia se alegraba por el repentino cambio del enfermo, pero también se asustó porque las caricias que le daba don Massimo, le empezaban a gustar, sus pezones se pusieron duros como nunca, su entrepierna húmeda empezó a hacerle cosquillas agradables, lo que hizo que la monja se cuestionara, pues le daba miedo caer en pecado, así que puso sus manos en señal de oración y recitó:
L - Oh padre celestial, que hago señor mío, no deseo pecar, pero siento que mis pechos mejoran la salud de don Massimo, que hago padre nuestro? Dame una señal por favor, oh creador del universo, padre omnipotente!
Para su sorpresa sus ruegos tuvieron respuesta, la sorprendida monja sintió que una intensa luz bañaba la habitación y don Massimo habló como en trance:
M - Porque es mejor que padezcan haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.
Laetitia se sorprendió ante la mención de ese versículo en particular, que pertenecía a Pedro, por eso respondió mirando hacia el cielo.
L - Padre que estás en los cielos, es tú voluntad que al hacer de mi cuerpo un instrumento para mejorar la salud de esté hombre, me ...