Infiel por mi culpa. Puta por obligación (30)
Fecha: 10/06/2024,
Categorías:
Grandes Relatos,
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... mucho? —Le pregunto, más ella no me contesta con un sí de inmediato, si no que decide darle vida con su mechero al cigarrillo y apartarse el cabello de su oreja derecha para mirarme y expulsar tras de una humareda, sus siguientes dolorosas palabras.
—Al anochecer, en un extremo de la piscina del hotel, K-Mena, él y yo jugábamos a hundirnos y salpicarnos, alejados de los demás que se dedicaban a beber cerveza y cocteles sentados en una mesa. Era un hecho observable en su mirada traviesa que pretendía conmigo algo. Medible sensorialmente al rozarme con sus dedos, la desnudez salpicada de gotitas cristalinas en los hombros, la parte baja de mi espalda y la cintura, pretendiendo no querer hacerlo. Cuantificables sus intentos al querer palparme las nalgas y toquetear disimuladamente mis bubis, juguetón e irrespetuoso como siempre, pero es cierto que a pesar de intentarlo una y otra vez, no me parecía que fuese tan cansón y me di cuenta que aquello me divertía.
—En medio de nuestras risas, K-Mena se sintió aislada, y aburrida se salió del agua afirmando estar cansada y nos dejó solos. Yo le apartaba aquella mano juguetona y se la sujetaba con todas mis fuerzas, pero me empujó hacia atrás con la otra, y utilizó la poca iluminación de una de las esquinas de la piscina, pidiéndome un beso. Me reí y me negué primero. Insistió una segunda vez acercándose más hasta rodearme con sus brazos por la cintura, presionando su abdomen contra el mío y mis tetas contra su pecho. Con esa ...
... sonrisa malcriada me rogó por tercera vez que le diera un beso, hasta que se lo permití una vez, cerrando mis ojos y sin abrir los labios, sin hacerle mala cara ni armarle bronca después. Y cuando una mujer empieza a conceder pues…
—En un descuido pude sentir las yemas de sus dedos acariciando mi cuello, electrificando mis terminaciones nerviosas, erizando los poros de mi piel, corneando mis pezones la fina tela de mi sostén, y aguijoneando mi inicial intransigencia, tal cual lo haría una puñalada en mis costillas, para doblegarme. O dos, si cuento como la misma mano sin detenerse, exploró la planicie tersa de mi mandíbula hasta mi redondeado mentón, y sus dedos con descaro se pasearon por el contorno de mis labios aceitados todavía por el «gloss» que estaba usando, mientras decidido y mirándome coqueto con sus ojos avellanas, intentaba seducirme para llevarme a la cama de su habitación.
Camilo justificadamente se descompone, molesto y herido en su masculino ego al escucharme. Pliega los párpados, los oprime con fuerza y echa la cabeza hacia atrás, al igual que lo hacen sus brazos formando un triángulo escaleno entre ellos, –al apoyar sus manos sobre el tablado– el piso de madera y con su espalda como prolongada arista. Respira agitado, más no hay rastros de llanto en sus mejillas, por lo tanto prosigo martirizándolo con mis verdades, las que precisa conocer.
—Uno solo y fue un simple roce. Pero apenas sentí la presión de los suyos y percibí su intención de querer ...