1. Rosi


    Fecha: 16/07/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: rafacal, Fuente: CuentoRelatos

    ... terminada nuestra sesión.
    
    −¡Nunca más lo hagas Rafa! ¿Quién crees que soy? ¿Crees que soy una puta?
    
    Sin embargo, más tarde cuando la llevaba a su lugar de residencia, al despedirnos nos dábamos un leve beso y decía −¿Rafa, nos veremos pronto? ¡Deseo verte de nuevo! −exclamaría ella… después de semejante forcejeo−.
    
    Esa noche, ya en mi cama, no me quedaba sino el recuerdo de aquellos primeros pezones que besé y chupé. Trataba de demorarme para gozar la experiencia, pero después de unos minutos, dejaba salir a borbotones el recuerdo de mi pasión… pero seguía sin sexo en persona, presencial, como se diría ahora, en época de Pandemia!!!
    
    Conocí a Rosalba en la panadería del vecindario, de la que era dueña. Fui allí un atardecer a petición de mi madre, a comprar una selección de panes y pasteles dulces. Era un sitio no grande, donde había dos o tres personas siendo atendidas, por lo tanto, me vi obligado a esperar unos diez minutos. Cuando estuvo libre, me atendió con gran amabilidad. Me limité a enumerar mi pedido; mientras se movía por el limitado espacio, la observé con detenimiento. Era una mujer que aparentaba rayar en los cincuenta años, o más, de contextura más grande de lo común; tenía un rostro de facciones suaves y bonitas, cabello negro, piel algo oscura, pero observé que, dentro de su gran tamaño, era muy proporcionada, con una muy estrecha cintura y un trasero y tetas, que hubieran sido envidiadas por muchas que tuvieran la mitad de sus años.
    
    Me apresuré ...
    ... a pagar y al terminar la transacción, ella afablemente entabló una breve conversación.
    
    −¿Vives en el vecindario? −preguntó.− Nunca te he visto aquí.
    
    −Sí. −respondí con brevedad.
    
    −Me llamo Rosalba, ¿y tú?
    
    −Yo soy Rafa. −respondí−. La conversación se desarrolló por varios minutos, pues no entró cliente alguno al negocio. Debo confesarte, querido lector, que, durante ese corto período de tiempo, la visión de aquella bella y madura mujer, me causó una alta impresión. Me reveló que había estado divorciada por muchos años, que había sido dueña de la panadería por más de diez; también me reveló que tenía una hija, ya casada, quien vivía en otra ciudad.
    
    Me preguntó algo sobre mí; me apresuré a revelarle que era estudiante de segundo año de universidad, que me gustaban los deportes y un par de trivialidades, que no te comparto aquí.
    
    Al volver a casa, recordé a Rosalba y pensé que en realidad me había atraído, pero me ocupé en mis cosas. La vida siguió, pero no por mucho tiempo, pues el día siguiente, a eso de las seis de la tarde, la imagen de Rosalba me perseguía intensamente. Me moría por ir a verla. No me demoré mucho en decidir ir a la panadería, aunque no era amante de los bizcochos.
    
    Al llegar observé que, aunque había varias personas en el local, a la distancia me saludó alegremente, lo que me alegró. Esperé pacientemente, deseando que no llegara más clientela. Quería conversar con ella y curiosamente sentía cierto deseo de estar a solas con esta enigmática ...
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