Seducida y follada por un caradura con sorpresa inesperada
Fecha: 18/07/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: Caprice, Fuente: CuentoRelatos
... invadido dulcemente mis fosas nasales.
El encuentro fue breve porque sus amigos le apremiaban para marcharse. Quise preguntarle dónde iban; pero los clientes de la mesa cuatro, dando voces con los vasos vacíos en alto, reclamaban más bebida.
Pasados unos minutos, de los otros apenas recordaba nada, pero del primo, ¡Caray con el primo! De él hubiese recordado la lista de los reyes godos si me la recita. Me quedé con que se llama Róber, diez centímetros por encima de mi metro setenta, tirando a cachas, con ojos marrones y avellanados, labios gruesos y rosáceos, el cabello castaño y cortito, y la voz melosa y varonil por igual.
Mientras yo fantaseaba con Róber, Marta me abordó interrumpiéndome en lo mejor.
-Sandra, ten mucho cuidadito con Róber -advirtió con tono ceremonial-, porque, semejante maravilla de la genética, no es bueno para una chica. Es un caradura, un picaflor de veinticinco, cuatro años mayor que tú, que te hará sufrir.
Puesta en antecedentes y lejos de amedrentarme, pensé que Róber me convenía. Había terminado una relación tortuosa con un chico celoso y controlador meses antes, y me apetecía un amigo con derecho a roce.
Cuando me tocó el turno de retirar vasos vacíos por la zona de la piscina, le vi rodeado de tres gatitas mimosas, dejándose querer mientras ellas le ronroneaban. Eran menudas y me parecieron vulgares, dos teñidas de rubio platino y la otra pelirroja.
Si ellas iban de gatitas, pensé que yo debería hacerlo de zorra, y aproveché ...
... para insinuarme recogiendo los vasos caídos en el suelo. Lo hice exagerando el gesto cada vez que me agachaba uno por uno. De este modo aumentaban mis posibilidades de que viera algo entre mi escote. Me entretuve más de lo necesario esperando a que ellas fueran al baño, segura de que lo harían más pronto que tarde. Cuando finalmente lo hicieron, aproveché para acercarme a Róber y darle el remate. Primero le solté el típico, ¡cuánto tiempo sin vernos!; después mi particular, ¡qué calor hace!, consistente en ahuecar el escote con ambas manos al tiempo que refresco los pechos soplando.
Las felinas regresaron antes de lo previsto, más zorras que yo y dispuestas a alborotar el gallinero. Fue la pelirroja, algo culona y con unas tetas de alucine, quien llevó la voz cantante.
Me preguntó si no tenía nada mejor que hacer. Yo respondí que estaba en ello. Ella me miró los pechos al tiempo que se colocaba las tetas, y desplegando toda la artillería, replicó que yo era sorda además de no tener delantera.
Esto fue la gota que colmó el vaso, una provocación en toda regla.
Sacando las uñas, le respondí que era una niñata, exigiendo que me respetara, que no aguantaría sus impertinencias, y que prefería tener dos jugosos pomelos, antes que dos sandías pochas como las suyas. Me despedí añadiendo que me pagaban por trabajar, y no por estar de caca-cacareo en el gallinero.
Si las gallinas dijeron algo, debió ser cuando ya estaba lejos, porque no las oí cacarear.
Más feliz que ...