Seducida y follada por un caradura con sorpresa inesperada
Fecha: 18/07/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: Caprice, Fuente: CuentoRelatos
... una codorniz, entré en el almacén y metí los vasos sucios en el lavavajillas. Me disponía a salir de allí cuando alguien abrió la puerta, entró y se interpuso en mi camino.
―¿Sabes una cosa, rubita? ―Era Róber, que me miraba fijamente con sus penetrantes ojos, descarado, arrogante y muy seguro de sí mismo.
La puerta se cerró sola antes de que mi corazón huyera acobardado.
Sin darme cuenta y sin que me rozara, su cuerpo, delante del mío, me obligaba a recular hacia atrás, hasta topar con una pila de cajas a mi espalda.
―¡No lo sé! ―susurré con el corazón todavía en su sitio.
Tras mi respuesta, que parecía ser la que él esperaba, se acercó más, llegando esta vez a rozar mi ropa con la suya. Entonces susurró en mi oreja con todo el descaro del mundo.
―Que tienes el mejor culo que he visto en mucho tiempo. Y tus tetitas, como peras maduras cuando te agachas, no las hay mejores en toda la región. ―Ciertamente las había visto―. Por no hablar de tu boca, una fresa que voy a comerme ahora mismo.
No dijo más el muy tunante.
Acercando sus labios a los míos, me dio un beso que terminó de noquearme y casi me meo de gusto. Estaba en estado de shock, incapaz de reaccionar ante su ímpetu, de puntillas porque me tenía agarrada del culo y tiraba de él hacia arriba, al tiempo que restregaba sus labios contra los míos, sin miramientos, con fuerza desmedida, aprovechando mi pasividad para soltar el nudo de mi blusa, dejando mis pechos libres, indefensos a merced de ...
... sus grandes manos, manoseándolos, apretando como si fueran de goma.
Fue todo muy rápido, en apenas unos segundos que parecieron eternos.
Luego liberó el botón de mi pantaloncito, bajó la cremallera e introdujo la mano hasta rozar el clítoris con las yemas de los dedos.
Gemí golosa y maullé convertida en una gata en celo, como las otras, a las que Róber había dejado plantadas por mí, en un gesto que me colmaba de felicidad. No obstante, iba muy lanzado precipitando sus acciones.
—¿Se puede saber qué haces? —le pregunté al notar que tiraba de mi pantalón con ambas manos hacia abajo.
—Mi morbosa Sandra, creo que está más que claro —respondió con indiferencia.
—Era una pregunta retórica. Lo tengo muy claro, pero no entiendo dónde está el incendio. Además, tengo que seguir trabajando.
—No me vengas con excusas. —Me frenó en seco. Estaba preparado para una respuesta así—. Se nota que tienes tantas ganas como yo, y sé de buena tinta que estás en tu media hora de descanso.
Seguramente eran excusas. No podía engañarme a mí misma pues el fuego del deseo me consumía. Era claro que yo le había provocado un rato antes, con idea de motivarlo para que me llevara por ahí al salir del trabajo. Este no era ni el momento, ni el lugar adecuado. Además, y no menos importante, su ímpetu pronosticaba que terminaríamos en un visto y no visto, y esto a mí no me interesaba, no después de tantos meses sin comerme un colín. Por otro lado, entregarme tan fácilmente podría traer ...