1. En los ríos de la Patagonia


    Fecha: 24/07/2024, Categorías: Hetero Autor: Flyer, Fuente: CuentoRelatos

    ... pensaba un mito. En los municipios de la costa se habían puesto muy estrictos con la venta de alcohol, y se decía que en la madrugada, las chicas pasadas de vueltas hacían este ofrecimiento a los chicos que por edad ya podían comprar una cerveza sin problemas. Fuera cierto, o fuera solo a la verborragia desenfrenada de Lara (más probablemente esto último), ya la situación me molestaba.
    
    - Pero esto es vino – conteste más por enojo que por lascivia.
    
    - ¡Epa! ¡Suena buen negocio! – se envalentona Karina.
    
    - OK, pero yo elijo. – Y la miro a Soledad, que se pone colorada como un tomate sin decir palabra.
    
    - ¡Dale, amiga! ¡Si habrás chupado pija en un auto! Acá en el paraíso ¿Qué problema? – La guarrada fue de Lara.
    
    En silencio, soledad caminó hacia mí, y me tomó de la mano, como para continuar hasta el bosque.
    
    - Hay una mesa plegable – le digo a Lara señalando mi auto – Copas y vasos en la caja negra. El vino en la heladerita. Abrí primero el Malbec de la etiqueta naranja y no se lo terminen.
    
    Nos adentramos con Soledad entre los ñires. El año corría hacia el solsticio de verano, y a pesar de la hora el sol, ya escondido tras los Andes al oeste, irradiaba una luminosidad persistente. El bosque nos envolvió en su silencio. El aire estaba inmóvil en el atardecer. Encontré un tronco caído para recargarme, y la miré a los ojos.
    
    - ¿Está bien? Si no, no importa.
    
    - Esta bien. – reforzó la afirmación poniéndome la mano en la verga. – tímida puede ser. Santa ni ...
    ... cerca.
    
    Se arrodilló en el suelo blando, me bajó la ropa, y comenzó a chuparme con suavidad. Y bastante destreza. Poco demoró mi pene en reaccionar a sus cariños. Le acaricié suavemente el pelo, pero el sentimiento era extraño. La conexión no era con ella. O al menos no solamente con ella. Los ñires nos acogían en un espacio a la vez infinito e íntimo. Solo nos hacían llegar atenuado el mágico sonido del río próximo. La sintonía entre el entorno y el instinto primitivos fue una caja de resonancia que multiplicó mi placer a niveles que me eran desconocidos. No sé cuánto tiempo estuvimos, Soledad no hizo pausa alguna en los estímulos que me dispensaba. Menos aun cuando percibió mi clímax aproximarse, el cual me llegó punzante y sublime. Se llevó consigo hasta la última gota de mi simiente, y volvimos de la mano al claro.
    
    Lara y Karina ya habían dado cuenta de media botella, y también habían preparado una picada con salames, quesos y otros embutidos saqueados de mi camioneta. Junto a la mesa habían desplegado mis dos sillas plegables, y el banquito.
    
    - Bueno, ¡por fin! – dice Lara – ¿No tenés otra silla? Alguno va al piso me parece.
    
    - Sole puede sentarse en mi falda. – dije - Algo de intimidad ya compartimos. – bromee y reímos todos.
    
    La noche se fue cerrando a la luz del fogón, mientras comíamos y bebíamos. Y bebíamos más. En particular Lara y Karina, cada vez más locuaces y verborrágicas. Ambas ya acusaban cierto grado de ebriedad. Y yo, bueno, resulta que el culito de ...