Sin querer queriendo
Fecha: 08/08/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: femerba, Fuente: CuentoRelatos
Ya habíamos fantaseado con la posibilidad de que mi esposa tuviera aventuras sexuales con otro hombre diferente a mí. En principio mi propuesta le pareció un tanto extraña, pero no lo tomó a mal. Simplemente, servida la oportunidad de contar con mi complicidad, quizá la forma de llevar aquello a cabo le ocupaba su mente. Tal vez el cómo, cuándo y dónde eran las preguntas recurrentes y, pasados los días, realmente no nos poníamos manos a la obra y en consecuencia, no pasaba nada.
Si bien ella no rechazaba para nada la propuesta, pues tampoco es que mostrara mayor interés en promover iniciativas para encontrar el momento propicio y el candidato perfecto. Y tal vez eso hizo que las cosas, en principio, no se dieran naturalmente. Estuvimos andando por bares swinger y lugares de encuentros, pero, aparte de mirar cómo los demás se entregaban a las más locas aventuras, nosotros, especialmente ella, parecíamos estar ajenos al ambiente.
Dimos vueltas y vueltas, conociendo diferentes lugares y ambientes, charlando con varias personas, hombres solos y parejas, pero, por alguna razón, no éramos las personas que aquellos invitaran a compartir sus locuras. Nos contaban sus proezas, nos hablaban de cómo habían empezado en aquello, pero no nos hacían partícipes de sus andanzas. Y nosotros, principiantes, tampoco dábamos indicios de querer ser protagonistas de esas experiencias.
Era tan manifiesto nuestro aparente desinterés, que, ante aquella aparente apatía a la hora de ...
... inmiscuirnos en aquellos lugares, llegué a plantearle la posibilidad de ir a esos lugares cuando ella estuviera con ganas de tener sexo, lo cual, según ella, sucedía cada vez que se le acercaba el período. Perfecto, había dicho yo, pues di entonces cuándo es eso y no damos tantas vueltas. ¿No te parece? Sí, había contestado, me parece que es una buena estrategia, porque no sé qué tan lanzada sea en esas situaciones si estoy con ganas.
A partir de ese momento, entonces, la idea era que ella me contara cuándo estaba sexualmente dispuesta y ver si así, de pronto, las cosas se daban de otra manera. Lo otro, había sugerido yo, tenía que ver con su vestimenta, porque si no muestra la mercancía, los interesados no saben en qué se van a meter. Hubo algo de resistencia en ese sentido porque, siendo ella una señora criada a la antigua, el tema de vestirse como una puta, según ella, no estaba en sus cálculos. Un hombre se interesa en una mujer, vístase como se vista. Sí, había dicho yo, pero tiene que haber alguna señal, coquetería o luz verde para que los supuestos interesados se acerquen y algo suceda. Y, dado que no ha pasado nada anteriormente, tenemos que hacer algo diferente.
A regañadientes aceptó vestirse de minifalda, usar blusa con escote pronunciado y hombros descubiertos, depilarse la vagina y usar lencería en aquellas salidas. No había nada de malo en aquello, pero su idea de buen vestir en una dama no coincidía con aquello. Aunque le llamaba la atención, y hasta cierto punto le ...