1. Sin querer queriendo


    Fecha: 08/08/2024, Categorías: Hetero Autor: femerba, Fuente: CuentoRelatos

    ... sucedía, quiénes frecuentaban el sitio, qué se hacía, cómo se contactaban, cómo empezaba todo y un sinfín de detalles para ilustrar la conversación y amenizar la noche.
    
    Parece que le caí en gracia a su esposa, me dijo Carlos en algún momento. ¿Me da permiso para continuar? Continuar, ¿con qué? pregunté inocente. Pues con la fantasía de ustedes, contestó. Mejor dicho, ¿me da permiso para culearme a su mujer? Bueno, si logra convencerla, ¡hágale!, respondí yo. Gracias, dijo él. Déjelo de mi parte. Espero que no se moleste si algo de lo que hago no le agrada, pero entienda que en este juego el hombre actúa como macho en busca de copular con la hembra en celo. Y me parece que su esposa está con ganas. Hay que averiguar qué tan dispuesta está. ¡Adelante!, comenté. No se preocupe. Haga lo que crea que debe hacer.
    
    Y lo que hizo fue llevarla a bailar, como normalmente ocurre en aquellos. Algunas parejas lo hacen semidesnudas, otras aprovechan para tocarse, encenderse e iniciarse, nada de lo cual vi que sucediera. Lo que si vi era que bailaban muy juntitos, pegaditos, como enamorados, pero nada más. Lo vi normal, aunque me pareció muy confianzuda mi mujer ya que no se comporta así, pero, dado que la idea era que aquello funcionara, no parecía para nada equivocado lo que allí sucedía.
    
    De un momento a otro, pasados los minutos, Carlos toma a mi mujer de la mano y la lleva a la sala de fantasías, un cuarto semioscuro donde las parejas desfogan sus energías sexuales como le ...
    ... apetezca. Pensé, bueno, si ella aceptó aquello la cosa va por buen camino. Sin embargo, una vez instalados allí, el tipo guío la mano de mi mujer para que palpara su endurecido miembro mientras él se daba mañas para excitar a mi mujer manipulando su vagina. La cosa, seguramente estaba funcionando, pero, de un momento a otro se interrumpió la escena y volvieron a la pista de baile. Y luego de un rato llegaron a donde yo estaba.
    
    Parece estar animada y dispuesta, pero me ha dicho que ella no se siente cómoda aquí, comentó Carlos. Si le parece vamos a un sitio donde podamos estar alejados de los mirones. Creo que es eso. Y dónde sería eso, pregunté. No se preocupe, aquí al lado hay unos reservados. ¿Vamos? Sí, respondí yo. ¿Ella ya sabe? Lo mejor es que vayamos para allá, sin comentarios. ¡Hágale, pues, dije yo!
    
    Carlos volvió a llevarla a la pista, bailaron un corto rato y, nuevamente, tomándola de la mano, abandonaron la pista de baile, pero esta vez con rumbo a los reservados que se había mencionado. Hubo que bajar una escalera hacia el primer nivel, salir del lugar y caminar unos pasos para ingresar al lugar donde alquilaban habitaciones por ratos. Y, llegados allí, mi mujer, nuevamente puso sobre el tapete diferentes consideraciones, que, si el sitio era seguro, que ya estaba muy tarde, que mejor otro día, etc., etc., lo cual hacía prever que las cosas, una vez más, no iban pasar de ahí.
    
    Carlos me hizo señas de que me alejara y se quedó charlando con ella. Unos minutos ...