Vuelo nocturno (II)
Fecha: 03/09/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
«Nunca creeré que Dios juega a los dados con el mundo» Eso afirmaba Albert Einstein, y yo también sostenía esa idea hasta hoy.
Es sábado por la noche y hemos salido a cenar aprovechando que mi hija se queda en casa de una amiga y con la intención de dedicarnos algo de tiempo el uno al otro, que falta nos hace. Optamos por una pequeña pizzería ubicada en el barrio del Carmen. Prefiero los lugares recogidos, con poca afluencia de gente y en donde todavía prima el encanto de lo artesanal frente a la turba de los grandes centros comerciales.
Un joven camarero nos atiende y nos pregunta donde preferimos sentarnos. Elegimos una mesa junto a la ventana desde donde podemos contemplar el deambular de la gente transitando por la estrecha callejuela. Elegimos un Ribera del Duero y unas tapas como entrantes. El joven nos sirve el vino, después chocamos las copas y brindamos por nosotros.
Nuestra relación está en un buen momento, pese a ello, somos conscientes de que necesitamos dedicarnos más tiempo, puesto que la mayoría de las veces nuestros cargos nos impiden conciliar una vida familiar plena. Entre horas que le echamos al trabajo, viajes de empresa y obligaciones parentales no siempre tenemos la oportunidad de disfrutar de un momento exclusivamente nuestro.
Mi marido me comenta las discrepancias existentes entre la plantilla y la dirección de la empresa. Él es el gerente y tiene que gestionar el descontento por un exceso de horas que se les exige a los primeros y las ...
... necesidades de producción de los segundos. Lo entiendo perfectamente, dado que es un conflicto de unos intereses que chocan entre sí, y en los que ambas partes contadas veces logran entenderse en lo económico y, aunque él es una persona condescendiente, en ocasiones, la presión de los accionistas le impide proceder como a él le gustaría, pues al final son los dividendos los que marcan la ruta, pero también, los que tienen que hablar en su nombre. Estoy segura de que encontrará el modo de que llegue a buen puerto el acuerdo entre el comité de empresa y dirección. Se lo digo mientras con mis dos manos le cojo la suya como muestra de apoyo, pero también para que dejemos los problemas laborales al margen de lo que pretendemos que sea una noche especial. Me da las gracias mientras insiste en el tema y por experiencia sé, que eso, más que convicción, es un síntoma de inseguridad. En ocasiones sus vacilaciones me desquician y por mucho que intente ayudarle él sigue albergando dudas y dándole mil vueltas a un asunto que podría resolverse en otro momento. Empiezan a aburrirme sus contrariedades e intento desconectar desviando la mirada a mi alrededor como si me interesara más la decoración del local o lo que ocurre en las mesas colindantes. Para alguien que sepa interpretar el lenguaje del cuerpo no le será difícil llegar a la conclusión de que me empiezan a fatigar sus tesis laborales.
Otra vez, y ya con cierto hastío, dirijo la mirada de forma mecánica hacia la barra y el corazón me ...